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La violencia contra las mujeres persiste, entonces, ¿qué hacemos ahora?

Los activistas de Gaza rechazan la violencia contra las mujeres [Mohammed Asad/MEMO].

Este año, el 25 de noviembre fue el primer día de los dieciséis días de activismo para acabar con la violencia contra las mujeres y las niñas. La última jornada coincidirá con el Día Internacional de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre.

A pesar de la concienciación sobre el tema -155 países han aprobado leyes sobre la violencia doméstica, y 140 tienen legislación sobre el acoso sexual en el lugar de trabajo-, los datos, la legislación y la resistencia para luchar contra esta violencia, así como las medidas preventivas, siguen siendo insuficientes para proteger a las mujeres en un mundo en el que 1 de cada 3 sufrirá violencia en primera persona. Muchas personas siguen considerando esta lacra como un asunto menor. Se equivocan. Cada vez parece más una guerra global contra las mujeres.

Es importante señalar que la violencia nunca se limita a la agresión física. Las agresiones verbales, sexuales y psicológicas, e incluso la desigualdad de trato, también se clasifican como violencia y no deben considerarse distintas en circunstancias normales. Como se indica claramente en la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, abarca "todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada."

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Otro factor importante que hay que subrayar es que las leyes y reglamentos tienden a formarse en torno a lo que hay que hacer después de que se haya producido una agresión. Desgraciadamente, los datos de muchos países han demostrado que esto es ineficaz, especialmente si hay lagunas en las leyes que impiden la rehabilitación del agresor. El castigo sin rehabilitación rara vez es eficaz. Incluso la forma en que se narran estas leyes puede dar lugar a que el agresor sea considerado un héroe por determinados actos de violencia. Por lo tanto, las medidas preventivas se vuelven aún más vitales para eliminar la violencia antes de que se produzca, ya que requieren buscar la causa raíz y los riesgos asociados a la violencia. La violencia contra las mujeres y las niñas se basa fundamentalmente en ideas estereotipadas, en la discriminación derivada de las normas sociales y culturales que consideran a las mujeres como "el sexo débil", y en la obediencia a roles de género estrictamente definidos. Son muchos los factores que alimentan este entendimiento y que son demasiado largos, profundos, históricos y exhaustivos incluso para empezar a discutirlos aquí.

Aunque las cuestiones relativas a la violencia contra las mujeres y las niñas giran principalmente en torno a las mujeres, éstas no son el único grupo perjudicado por ello. Las mujeres tienen papeles fundamentales en todos los ámbitos de la vida y son una parte importante de la sociedad, estén donde estén y hagan lo que hagan. Su bienestar juega un papel importante en muchos ámbitos, ya que asumen la principal carga de responsabilidad dentro de las familias, especialmente en tiempos de conflicto. La violencia tiene un efecto adverso en el bienestar general de las mujeres, lo que se traduce en su exclusión de contribuir plenamente a la sociedad en los roles que les son asignados. Además, esta exclusión tiene un efecto dominó en la familia, la comunidad, la sociedad y el Estado, ya que tiene consecuencias nefastas en la economía, la productividad y la cordura. Impedir que las niñas y las mujeres reciban una educación, por ejemplo, es una forma de violencia que amenaza casi todas las etapas del desarrollo individual y social, económica e intelectualmente.

Acoso sexual - Caricatura [Sabaaneh/Monitor de Oriente]

Simplificar el impacto de la violencia, tolerar los actos de violencia contra las mujeres o incluso justificar la violencia contra las mujeres tendrá consecuencias adversas en la próxima generación. Así lo señaló el anterior Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, el 14 de agosto de 2012: "La impunidad de la violencia contra las mujeres agrava los efectos de dicha violencia como mecanismo de control. Cuando el Estado no responsabiliza a los autores, la impunidad no sólo intensifica la subordinación y la impotencia de las víctimas de la violencia, sino que también envía un mensaje a la sociedad de que la violencia masculina contra las mujeres es aceptable e inevitable."

Los niños que presencian la violencia doméstica en el hogar pueden caer en el ciclo de la violencia como agresores o como maltratados. Las constantes narraciones que trasladan la culpa del agresor a la víctima, especialmente en los medios de comunicación convencionales, crean una idea equivocada de justicia, igualdad y acceso.

A pesar de que se repite constantemente que la violencia contra las mujeres y las niñas es la violación de los derechos humanos más extendida en todo el mundo, no hay una acción real y concertada para acabar con ella. Aunque los expertos y las ONG han repetido hasta la saciedad que 1 de cada 3 mujeres sufre violencia de género a lo largo de su vida, estas cifras no consiguen movilizar a la sociedad en general para que haga algo al respecto. Las estadísticas muestran que una media de cinco mujeres o niñas son asesinadas cada hora por alguien de su propia familia y, sin embargo, apenas se actúa para poner fin a esta violencia. Incluso cuando se subraya que alrededor del 40% de las mujeres víctimas buscan ayuda, no se lleva a cabo ningún esfuerzo digno de mención.

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Y lo que es peor, estas cifras han aumentado con la pandemia de Covid-19 y seguirán aumentando con los continuos conflictos en todo el mundo y la inestabilidad económica que hace a las mujeres aún más vulnerables. Este estado de cosas demuestra que tenemos que cambiar nuestra narración; tenemos que cambiar nuestra perspectiva; y tenemos que cambiar nuestra postura. Hay que enseñar a las mujeres sus derechos, y tenemos que enseñar a los hombres también esos derechos. Debemos modificar los sistemas que presentan un discurso discriminatorio a nuestros hijos si realmente queremos romper el ciclo de la violencia. Los Estados deben introducir urgentemente medidas preventivas contra la violencia, y los castigos deben incluir un proceso de rehabilitación.

También hay que denunciar a los maltratadores y no a las víctimas: sin los maltratadores, no habría violencia contra las mujeres y las niñas. Está claro, por tanto, que el problema son los agresores, no las mujeres y las niñas, y es hacia los agresores hacia donde hay que dirigir los esfuerzos en primer lugar.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

 

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