El 14 de febrero de 1945, cuando el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt regresaba de la Conferencia de Yalta, en la que se reunió con el británico Winston Churchill y con Joseph Stalin de la URSS, el rey Abdulaziz Al-Saud, fundador del Reino de Arabia Saudí, fue convocado para reunirse con él en privado. El encuentro tuvo lugar en el USS Quincy, en el Canal de Suez. Como resultado de la reunión, los dos líderes firmaron el Pacto de Quincy. La parte más importante del acuerdo era que EEUU proporcionaría protección incondicional a la familia gobernante Al-Saud a cambio de que Arabia Saudí garantizara el suministro energético a EEUU durante un periodo de 60 años. Durante la presidencia de George W. Bush, en 2005, el acuerdo se renovó por otros 60 años.
Durante todo este largo periodo, las cosas iban bien y las relaciones entre ambos países eran buenas hasta que Mohammed Bin Salman Al-Saud se convirtió en príncipe heredero de Arabia Saudí en 2017 y, entonces, Joe Biden accedió a la Casa Blanca como presidente de EEUU en enero de 2021 e ignoró por completo al líder saudí de facto. Durante toda su campaña electoral, Biden prometió castigar a Bin Salman, acusado por la CIA de estar directamente implicado en el asesinato en 2018 del periodista del Washington Post Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul.
Por eso Biden decidió deliberadamente no ponerse en contacto con el príncipe tras su elección como presidente de EEUU, e insistió en hablar con el rey Salman con la condición de que su hijo no escuchara ni se uniera a la conversación. Biden también retiró a los houthis de Yemen de la lista de grupos terroristas, lo que enfureció a Bin Salman, que respondió acercándose a Rusia y China. El líder saudí se negó entonces a aumentar la producción de petróleo cuando Estados Unidos se lo pidió, y a actuar como proveedor alternativo del petróleo y el gas rusos tras la invasión de Ucrania por Moscú.LEER: La agencia oficial de noticias de la AP trabaja en contra de los intereses palestinos
Algunos medios de comunicación mundiales informaron de que Bin Salman se negó a atender una llamada de Biden concertada por la Casa Blanca. Según el Wall Street Journal, Bin Salman gritó al asesor de seguridad nacional estadounidense Jake Sullivan durante una reunión cuando se mencionó el nombre de Khashoggi. El príncipe señaló que no quería volver a hablar del tema y dijo que EE.UU. podía olvidarse de su petición de duplicar la producción de petróleo.
La postura del príncipe heredero empujó a Biden a visitar la región, y le llevó a dar marcha atrás en su postura hacia Bin Salman y su promesa de convertir al Reino en un Estado "paria". La visita supuso un giro estratégico que hizo que Estados Unidos volviera a interesarse por Oriente Próximo, después de haber dado la espalda a Washington y haber mirado hacia Extremo Oriente. Esto se produjo entre las repercusiones geoestratégicas de la guerra ruso-ucraniana y las amenazas a la seguridad y la energía en Europa.
"No nos marcharemos y dejaremos un vacío que llenarán China, Rusia o Irán", explicó Biden durante su visita a Yeda. Es como si el destino de Oriente Próximo y de sus gentes sólo estuviera determinado por la competencia entre las grandes potencias".
Bin Salman se mostró aparentemente frío durante la visita de Biden, dejando al presidente estadounidense decepcionado. Le sorprendió que Arabia Saudí acordara con Rusia en el seno de la OPEP+ una reducción significativa de las cuotas de producción de petróleo, en lugar de un aumento, con el fin de controlar los precios. Este acuerdo parecía haber sido programado para coincidir con las elecciones legislativas de mitad de mandato en Estados Unidos. Fue un golpe personal dirigido a Biden por el líder saudí.
Otro desafío para Biden fue la visita del presidente chino Xi Jinping a Riad, invitado por el príncipe heredero saudí. Bin Salman también fue nombrado primer ministro en lugar de su padre. La recepción del presidente chino fue mucho más fastuosa que la ofrecida a su homólogo estadounidense. El apretón de manos entre Bin Salman y Xi duró al menos diez segundos, como se apresuraron a señalar los comentaristas. Biden tuvo que conformarse con un rápido choque de puños.
El acuerdo de asociación estratégica firmado por Arabia Saudí y China enfureció a Estados Unidos. La Casa Blanca dijo que la visita de Xi a Riad formaba parte de los intentos de China de extender su influencia por todo el mundo. Aunque Washington declaró que la visita no fue una sorpresa, la reacción a la misma fue evidente al pronosticar que causará un problema en la relación entre Estados Unidos y China y otros aliados, incluida Arabia Saudí.
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Ahora se plantean preguntas sobre la adopción por Bin Salman de ese acuerdo de asociación con China. ¿Cancelará, por ejemplo, el acuerdo de su abuelo con el entonces presidente estadounidense Roosevelt, el Pacto de Quincy? ¿O enfrentará a Washington y Pekín, con el riesgo de que ambos acaben expulsándole? Aunque la presión política en EE.UU. ha garantizado que Bin Salman, como primer ministro saudí, será inmune a la persecución por el asesinato de Khashoggi, los próximos días nos mostrarán si esto señala otro cambio estratégico de la administración Biden, y si el príncipe heredero es capaz de maniobrar lo suficiente como para salir entero de este gran desafío.
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