Horas después de que el Primer Ministro israelí designado, Benjamín Netanyahu, anunciara que ha logrado formar un gobierno de coalición, el más ultraderechista de la historia de Israel, pocos minutos antes de que concluyera su mandato para formarlo, es evidente que se enfrenta a desafíos internos y externos. No es el menor de ellos que el carácter extremista de la coalición preocupa a la comunidad internacional.
La matanza de civiles palestinos, incluidos niños, por parte del ejército de ocupación ya es un problema grave, al igual que la expansión de los asentamientos ilegales, y es probable que ambos empeoren. Esto podría tener importantes repercusiones negativas en el ámbito internacional. Aunque Estados Unidos tiene muchas dudas sobre el nuevo gobierno, Washington está a la espera de ver cómo cambian las cosas sobre el terreno.
No obstante, hay una serie de puntos de tensión que deben abordarse, como el aumento del número de palestinos asesinados por las fuerzas de ocupación, especialmente en Yenín. Allí murió en mayo la periodista de Al Jazeera Shireen Abu Akleh a manos de un francotirador israelí. Hace tan sólo unos días, Jana Zakarneh, de 16 años, murió tiroteada cuando se encontraba en el tejado de su casa. Estos son sólo dos de los muchos asesinatos en lo que se ha descrito como el año más mortífero para los palestinos en Cisjordania ocupada.
Otro asunto es la decisión de las autoridades de ocupación de expulsar a los residentes del pueblo de Jan Al Ahmar, al este de la Jerusalén ocupada. La presión internacional ha provocado el aplazamiento de las expulsiones en varias ocasiones. Si el nuevo gobierno de extrema derecha sigue adelante, creará más tensión entre Israel y Estados Unidos y la UE.
Mientras tanto, en la zona de Masafer Yatta, sus 19 pequeñas aldeas palestinas del Área C se encuentran aparentemente en las zonas de tiro del ejército israelí. Declarar lugares como reservas naturales y zonas de fuego es una de las artimañas que emplean las autoridades de ocupación para expulsar a los palestinos de sus tierras. Los ojos del mundo están puestos en Masafer Yatta.
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La construcción de asentamientos en la zona A1 es otro reto, aunque se detuvo hace años debido a su situación estratégica para los palestinos, ya que une Belén con Jericó y se considera el corazón del Estado palestino previsto. Por eso, cuando Israel dice que planea construir allí 3.500 viviendas de asentamiento, cabe esperar una respuesta internacional.
Otro asunto de expulsión es la decisión israelí de expulsar a los palestinos del pueblo de Susiya, al sur del monte Hebrón. Si el próximo gobierno sigue adelante con el plan, también provocará una reacción internacional negativa.
Está claro que si Netanyahu retrocede ante las exigencias de sus socios extremistas en cualquiera de estos puntos, desafiará abiertamente a la administración del presidente estadounidense Joe Biden. Deseoso de llegar a un entendimiento con Washington sobre cuestiones regionales e internacionales, se enfrenta a tener que elegir entre permanecer como primer ministro de un gobierno que está aislando a Israel del mundo, o la ruptura de su coalición. ¿Podrá persuadir a sus aliados de extrema derecha para que frenen sus tendencias extremistas?
En el frente interno, en Israel se percibe cada vez más que existe una brecha cada vez mayor entre la opinión pública y los servicios de seguridad del Estado. Esto se extiende incluso a las propias instituciones operativas: el ejército, el Shin Bet (seguridad interna), la agencia de espionaje Mossad y la policía. Esto coincide con un creciente número de operaciones de la resistencia palestina en Cisjordania ocupada.
Se avecina un nuevo reto para el gobierno relacionado con los ciudadanos palestinos de Israel y los intentos del Estado de separarlos de Cisjordania y la Franja de Gaza. Los ministros de derechas ya han manifestado su intención de apoderarse de más tierras en el Néguev y Galilea. Los palestinos se enfrentan a una amenaza existencial en el Néguev, y la incitación del Estado contra ellos ha llevado a tres cuartas partes de los encuestados a negar que los judíos israelíes tengan un derecho legal, histórico y religioso a la tierra de Palestina.El propio Israel se enfrenta a lo que se consideran amenazas existenciales, sobre todo la creciente campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones, la deslegitimación del Estado de ocupación y la creciente hostilidad hacia el Estado en las universidades internacionales y en la ONU.
Al mismo tiempo, los israelíes saben que la desintegración de la Autoridad Palestina es una posibilidad real. No tiene control sobre las ciudades del norte de Cisjordania ocupada, especialmente Yenín y Nablús, que están siendo testigos del nacimiento de nuevas células armadas. Israel debe prepararse para ello y tener una alternativa a Mahmud Abbas entre bastidores. El octogenario no goza de buena salud.
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Está claro que Cisjordania ocupará un lugar destacado en la agenda del próximo gobierno, que busca asegurar su existencia. Esto amenaza a los palestinos, porque los ministros quieren imponer la soberanía israelí en grandes franjas del territorio ocupado, incluido el valle del Jordán y las montañas. Además de imponer el control de la seguridad en toda Cisjordania, algo imposible sin los bloques de asentamientos. Todos los asentamientos son ilegales según el derecho internacional, por supuesto, y sin embargo desempeñan una importante función de seguridad para el Estado de ocupación, nada menos que para el ejército.
Gaza sigue siendo un verdadero desafío para el próximo gobierno israelí, ya que los grupos de resistencia están aumentando sus capacidades militares. Esto hace que la retirada unilateral del enclave en 2005 parezca aún más un fracaso del gobierno de entonces. El hecho de que se haya considerado necesaria una serie de ofensivas militares contra los palestinos de Gaza es prueba de ello. Esas ofensivas han matado y herido a miles de civiles palestinos y han destruido viviendas e infraestructuras esenciales.
Israel tendrá que tomar algunas decisiones serias sobre estos desafíos, todas ellas con consecuencias igualmente graves. Pero, como de costumbre, cabe esperar que los palestinos tengan que pagar el precio.
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