Vivimos un periodo de tumulto internacional. Una guerra en suelo europeo, una pandemia mundial y la creciente alarma por el cambio climático convergen para desestabilizar el equilibrio político internacional. En medio de todo ello, el estatus de Francia como potencia internacional se siente cada vez más inseguro. De hecho, en la última década, el retroceso de la influencia mundial de Francia se ha convertido en una preocupación activa para los habitantes del país, y ahora se entiende como un fenómeno al que sus responsables políticos intentan hacer frente.
El temor a un retroceso estratégicoNaciones como China, India, Turkiye y otras, que antaño se creían eternamente dependientes de Occidente, han emergido con fuerza para sentar las nuevas bases de un mundo multipolar. Considerada durante mucho tiempo como líder natural e indiscutible por detrás de Estados Unidos, la respuesta de Francia a este cambio sistémico fue un tartamudeo alimentado por la ansiedad y las dudas sobre sí misma.
En 2017, el Estado francés publicó su "Revisión Estratégica Nacional". Este documento indicaba el análisis estratégico del Estado -donde reconocía explícitamente su temor a un "descenso estratégico" debido a la creciente competencia internacional, sin identificar un conjunto claro de soluciones. En otras palabras, la capacidad de Francia para proyectar su influencia en el mundo y defender firmemente sus intereses estaba disminuyendo, y no había identificado claramente un camino para recuperar su estatus.
Esta inquietud no carece totalmente de fundamento. Muchos de los puntos fuertes estratégicos de Francia están siendo cuestionados con mayor o menor intensidad. La retirada de Francia de Mali representó un importante revés militar en un terreno en el que Francia esperaba dominar muy fácilmente. La alianza de seguridad AUKUS provocó la retirada de Australia de un acuerdo de casi 40.000 millones de dólares en submarinos con Francia, en favor de submarinos estadounidenses. Francia lo describió no sólo como una traición, sino como una demostración de cómo las cambiantes alianzas mundiales amenazan la influencia global del país.
La incapacidad de Francia para mediar de forma productiva entre partes enfrentadas -ya sea en la revolución siria o entre Ucrania y Rusia- puso en entredicho la solidez de sus redes diplomáticas. La influencia de la lengua francesa en las naciones francófonas -un vestigio de su pasado colonial con un alcance geográfico que abarca 300 millones de personas y se extiende por tres continentes- ha sido desafiada durante mucho tiempo por el dominio del inglés, y hoy parece estar perdiendo rápidamente.
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Además, la característica y virulenta islamofobia de Francia sigue empañando su prestigio mundial y se enfrenta a duros desafíos en múltiples foros internacionales, como recientemente en la OSCE.
Los fundamentos islamófobos de un renacimiento internacional francés
El 9 de noviembre de este año, el Estado dio a conocer la última versión de la Revisión Estratégica Nacional. El documento esboza una lista de diez objetivos estratégicos para que la nación salvaguarde su soberanía y reafirme su influencia.
En segundo lugar figura el objetivo de una Francia más "unida y resistente". La revisión detalla a continuación lo que implica esta amplia expresión: "Este esfuerzo debe desplegarse en la Francia metropolitana y de ultramar, en particular promoviendo el espíritu de defensa y garantizando la cohesión nacional".
Curiosamente, el refuerzo de la "resiliencia de la sociedad" -según la reseña- está directamente relacionado con la "transmisión de los valores republicanos". Este punto merece un análisis adecuado. Es una respuesta directa a una observación expresada en la versión 2017 de la revisión: "La cohesión nacional condiciona la legitimidad de la acción de las fuerzas armadas a través del apoyo de la Nación a las decisiones de uso de la fuerza. Hoy en día, esta cohesión se enfrenta a la propagación de ideologías que desafían los valores y principios de la República." (énfasis añadido)
Hay que ser consciente del contexto político francés, "los valores y principios de la República" se utilizan principalmente para oponerse a la noción construida de "separatismo islamista", a menudo utilizada para enmascarar la persecución del islam y los musulmanes por parte del Estado.
Este conflicto escaló hasta el cierre de numerosas escuelas y mezquitas islámicas, y el alarmismo sobre el "atuendo religioso" que llevan los musulmanes en las escuelas públicas - todo ello justificado, según el Estado, por la necesidad de proteger y aplicar los "valores republicanos".
Como consecuencia natural de este razonamiento, el islam y los musulmanes son factores manifiestos que socavan la "cohesión" y la "resiliencia". En otras palabras, según los responsables políticos franceses, el éxito de Francia en la escena internacional puede verse socavado por el modo de vida de una minoría.
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Una vulnerabilidad al descubierto
Exponer los retos internacionales de Francia no significa sugerir que el país esté al borde de un colapso inminente. Los activos de Francia -potencia nuclear, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, séptima economía más fuerte del mundo y tercera red diplomática- no pueden pasarse por alto.
Sin embargo, que Francia crea que el chivo expiatorio de su comunidad musulmana forma parte de una solución viable a sus retos internacionales es una señal preocupante. Demuestra hasta qué punto el Estado está decidido a obstaculizar -por cualquier medio- los derechos fundamentales de los musulmanes.
La islamofobia de Estado de Francia subraya su inseguridad real y percibida. La actitud autocrática de Francia hacia las minorías religiosas puede y debe ser eficazmente combatida y socavada. Mientras Francia se esfuerza por reparar su imagen global, la concienciación y la defensa internacionales pueden tener la oportunidad de detener la espiral descendente de la islamofobia.
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