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¿Seguirá Biden la temeraria estrategia de apaciguar a MBS?

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden (izquierda), siendo recibido por el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman (derecha), en el Palacio Real de Alsalam en Jeddah, Arabia Saudí, el 15 de julio de 2022 [Corte Real de Arabia Saudí/Agencia Anadolu].

La respuesta de la administración del presidente Joe Biden a una pregunta del juez John Bates sobre si el príncipe heredero saudí Mohammed Bin Salman -conocido como MBS- debía ser tratado como jefe de Estado o de Gobierno y, por tanto, con derecho a inmunidad soberana, no fue nada sorprendente. Anunció el 17 de noviembre que, basándose en el ascenso de MBS el 27 de septiembre -por su padre, el rey Salman- a primer ministro, entonces se le debería conceder inmunidad en una demanda civil estadounidense presentada contra él por la prometida de Jamal Khashoggi, Hatice Cengiz, y DAWN, un grupo prodemocrático, acusando a MBS de conspirar con premeditación para asesinar a Khashoggi en el consulado saudí de Estambul en 2018.

Aunque la Administración de Biden trató de defender su decisión altamente controvertida, alegando que se basaba en "un principio bien establecido del derecho internacional", pero en realidad, demostró el escandaloso grado en que Biden estaba dispuesto a coludir con un tirano brutal en una estratagema diseñada para asegurarle inmunidad manipulando el sistema legal estadounidense y, en última instancia, burlándose de este establecimiento. Biden es plenamente consciente de que, histórica y constitucionalmente, el rey en Arabia Saudí siempre ha ejercido de primer ministro. Y dado que MBS ha estado en efecto mandando desde que su padre lo nombró heredero al trono en 2017, sigue sin estar claro qué implicaría su nuevo papel.

Aunque el juez Bates estuvo de acuerdo en que el repentino ascenso de MBS era "sospechoso" y a pesar de las "acusaciones creíbles" de su implicación en el asesinato de Khashoggi, sin embargo subrayó el 6 de diciembre que la decisión de Biden de conceder inmunidad a MBS no le dejaba otra opción que desestimar el caso.

El 23 de septiembre, pocos días antes del ascenso de MBS, Biden envió a Jeddah a Brett McGurk, coordinador para Oriente Próximo, y a Amos Hochstein, asesor principal en materia de energía, en un intento desesperado de aprovechar la cuestión de la inmunidad para empujar a MBS a aumentar la producción de petróleo: En primer lugar, ser el principal productor de petróleo de la OPEP y de la OPEP+; en segundo lugar, reforzar sus alianzas, cada vez más estrechas, con Rusia y China; y, en tercer lugar, aprovechar su papel fundamental para convencer a los líderes árabes de que normalicen sus relaciones con Israel.

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No es ningún secreto que MBS apoyó incondicionalmente la campaña de reelección del expresidente Donald Trump. Y aunque todos los monarcas saudíes se esforzaron por obtener el respaldo de Estados Unidos, también trataron de salvaguardar su apoyo interno compartiendo poder y riqueza con las muy influyentes alas de la familia real, financiando al increíblemente poderoso estamento religioso extremista wahabí salafí y proyectándose como guardianes del islam suní. MBS, por el contrario, dependía exclusivamente del apoyo inquebrantable de Trump. Como tal, la victoria electoral de Biden en 2020 fue un golpe devastador para MBS, que se vio agravado por las promesas de campaña de Biden de convertir al régimen saudí en un paria y de responsabilizar a MBS del asesinato de Khashoggi, así como de situar los derechos humanos en el centro de la política exterior estadounidense. Sin embargo, aunque Biden se retractó de la mayoría de sus promesas, hizo público un informe no clasificado de la CIA en el que se subrayaba que MBS ordenó el asesinato de Khashoggi, y se negó a reconocer a MBS como su homólogo, insistiendo en hablar con el rey Salman. Sin duda, las acciones de Biden estuvieron muy por debajo de sus promesas, desperdiciando así una oportunidad de oro para practicar lo que predicaba en un momento en el que MBS era rechazado por la familia real, el estamento religioso, los defensores de la democracia y, además, la inútil guerra que ha librado contra Yemen se estaba convirtiendo en una pesadilla autoinfligida. En esencia, Biden tenía mucho donde elegir para poner fin al reino del terror de MBS, pero carecía de voluntad política.

2 años después del asesinato de Jamal Khashoggi, MBS no tiene nada de qué preocuparse - Caricatura [Sabaaneh/Monitor de Oriente].

Sin embargo, el punto de inflexión se materializó cuando estalló la guerra en Ucrania el 24 de febrero. Ante la escalada de los precios de la energía y el aumento de la inflación, Biden viajó a Arabia Saudí en julio, donde se reunió con MBS con la esperanza de que reconociéndole formalmente como gobernante de facto de Arabia Saudí podría persuadirle para que aumentara la producción de petróleo. Y lejos de sucumbir a la presión estadounidense, el 5 de octubre, MBS presionó agresivamente a los reticentes miembros de la OPEP+ para que recortaran la producción de petróleo en dos millones de barriles diarios. Esta medida provocó un gran revuelo en Estados Unidos, que llevó a Biden a advertir a Riad de las "consecuencias" y a los demócratas del Congreso a acusar a MBS de conspirar con Rusia contra los intereses estadounidenses. Dado que la reducción del petróleo entró en vigor en noviembre, justo antes de las cruciales elecciones estadounidenses de mitad de mandato, no cabe duda de que el objetivo global de MBS era acentuar el daño a las perspectivas de los demócratas de mantener su mayoría en el Congreso, echando así por tierra los planes de Biden de presentarse de nuevo a la reelección, al tiempo que preparaba el terreno para que los republicanos y Trump remontaran en 2024.

A los ojos de MBS, la principal razón que le ha permitido librarse del juicio por el asesinato de Khashoggi y también por inmiscuirse descaradamente en las elecciones estadounidenses ha sido la incesante atención de Biden a la guerra de Ucrania. Sobre esa base MBS ha cambiado cada vez más su énfasis para asegurarse de que la guerra se prolonga al permitir a Rusia financiar su esfuerzo de guerra, considerándolo como una parte integral de su estrategia de supervivencia. Con MBS innegablemente en el pie del frente, no quería mostrar ningún signo de vacilación, de ahí vino la decisión de la OPEP + el 4 de diciembre para mantener el mismo nivel de producción.

Pero con Biden presentando la guerra de Ucrania como un enfrentamiento decisivo entre democracia y autocracia. Con este telón de fondo, los esfuerzos concertados de MBS para intimidar a Biden para que haga concesiones humillantes que equivalen a pisotear los valores estadounidenses -de democracia y derechos humanos- mientras Estados Unidos lucha por estabilizar los precios del petróleo con el fin de apuntalar su tambaleante economía al tiempo que participa en una batalla decisiva contra su archienemigo Rusia, sin duda serían percibidos por Estados Unidos como una puñalada trapera imperdonable por parte de un socio estratégico supuestamente de larga data. En consecuencia, esto debería plantear serias dudas sobre la viabilidad de las justificaciones centrales - pregonadas por políticos occidentales que han estado en nómina de Riad - que sustentan una alianza tan irresponsable con la dictadura tiránica de Riad: En primer lugar, garantizar una fuente segura y fiable de petróleo barato. En segundo lugar, frustrar los intentos rusos y chinos de forjar alianzas estratégicas, vender armas y atraer miles de millones de dólares en inversiones en lugar de Occidente. En tercer lugar, frenar la influencia iraní, que es la misma excusa utilizada para justificar el respaldo al brutal régimen de Sadam. En cuarto lugar, luchar contra los terroristas de Daesh y Al Qaeda, de cuya financiación culpó Biden a Riad.

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El presidente chino, Xi Jinping, visitó Riad el 7 de diciembre para estrechar lazos en un momento en que la relación con Estados Unidos ha tocado fondo. El viaje ha alarmado seriamente a Washington, que lo ha percibido como una maniobra amenazadora de MBS para ampliar la influencia china a costa de EEUU, desafiando la promesa de Biden de no ceder influencia a China.

A pesar de los denodados intentos de Biden por reavivar la desmoronada alianza apaciguando a MBS, cada vez que Biden cedía, MBS se envalentonaba, respondiendo con una patada en los dientes de Biden al tiempo que intensificaba internamente su feroz campaña de alucinantes violaciones de los derechos humanos. Todo esto demuestra sin lugar a dudas que la alianza estratégica con MBS no ha estabilizado los precios del petróleo ni ha frustrado los intentos de China o Rusia de forjar una alianza estratégica con Riad, haciendo así insostenible dicha alianza. Ya es hora de que Biden reconozca que redoblar su temeraria estrategia de apaciguar a MBS, a pesar de su estrepitoso fracaso, no sólo está debilitando a EE.UU. al poner en tela de juicio su compromiso con la democracia y los derechos humanos, sino que también supone una grave amenaza para su seguridad nacional, ya que la interferencia de MBS en las elecciones de mitad de mandato fue un disparo de advertencia que indicaba que está dispuesto a llevar la lucha a EE.UU. si su ambición a largo plazo de convertirse en rey se pone en peligro.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

 

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