Desde que se anunciaron los resultados de las recientes elecciones israelíes y se perfiló la Knesset controlada por la extrema derecha fascista, la comunidad internacional ha estado en estado de expectación.
Las posturas iban desde el boicot al gobierno extremista, especialmente si las decisiones acordadas redefinían la identidad del Estado o anulaban la postura internacional de apoyo a una solución política basada en la "solución de dos Estados" en las fronteras de 1967, hasta una segunda postura que declaraba que se mantendría la paciencia hasta que salieran a la luz los detalles de los acuerdos formados bajo la nueva coalición.
Para nosotros, los palestinos, los resultados de las recientes elecciones israelíes no son sorprendentes. Más bien revelan un hecho que conocemos desde hace más de 70 años y vemos sus efectos en las tierras robadas y los hogares demolidos, en los rostros de millones de palestinos desplazados en la diáspora, en las tumbas de decenas de miles de mártires y millones de detenidos.
Lo vemos cada día en Gaza, que 16 años de asedio han convertido en la mayor prisión abierta.
Este hecho indiscutible no está vinculado a la extrema derecha israelí. Más bien forma parte de una ideología constante y continua desde el establecimiento del Estado ocupante.
La doctrina de la supremacía judía y su esencia se basan en el control total de la tierra y en deshacerse del "otro" por todos los medios disponibles, aunque la forma sea ilegal y viole las leyes internacionales.
Por ejemplo, el año pasado, en el que el gobierno estuvo dirigido por Yair Lapid, afiliado al centro, fue uno de los más sangrientos y violentos, ya que murieron más de 230 palestinos, 171 en Cisjordania ocupada, un gran número eran niños y menores. Otros 9.335 palestinos resultaron heridos y se demolieron 833 viviendas y escuelas, incluidas las financiadas por la Unión Europea e instituciones internacionales.
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Pero lo nuevo del gobierno de Netanyahu es que sus miembros anuncian abiertamente sus planes racistas fascistas, y esto es lo que acordaron con Netanyahu.
Se acordó aprobar la ley de ejecución de detenidos, ampliar los asentamientos, cambiar el statu quo de la mezquita de Al-Aqsa, acelerar el proceso de judaización de Jerusalén e iniciar los trámites para anexionarse la Cisjordania ocupada, al menos la zona C, además de ampliar la política de disparos contra los palestinos y proteger a los soldados del ejército de ocupación de la rendición de cuentas.
Para conseguirlo, los líderes de la derecha fascista, Ben Gvir y Smotrich, insistieron en asumir cargos ministeriales que les permitieran poner en práctica esos planes. Netanyahu no tuvo más remedio que aceptar para librarse de la pena de prisión que podrían imponerle.
Desde el punto de vista práctico y jurídico, estos planes suponen una nueva caracterización del conflicto que viola las leyes y la legitimidad internacionales.
Cuando el funcionario de la administración civil responsable de la vida cotidiana de los palestinos depende de un ministro civil en lugar del ministro del ejército, se consolida la aplicación de las leyes israelíes a cientos de miles de colonos ilegales en Cisjordania ocupada y Jerusalén. Estas zonas ya no serán consideradas "ocupadas" por el gobierno israelí.
Esto es un golpe contra las resoluciones internacionales, y es exactamente lo que ocurrirá cuando Ben Gvir cambie el statu quo en la mezquita de Al-Aqsa. Ben Gvir planea cambiar la realidad demográfica en el Néguev y Galilea expulsando a la población árabe original y trayendo nuevos residentes judíos.
No necesitamos esperar a la formación del gobierno para saber y ver lo que hará, pero lo que es más importante es la posición de la comunidad internacional ante las acciones de este gobierno fascista...
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Los palestinos han aumentado recientemente sus expectativas de que ha llegado la oportunidad de que la comunidad internacional descubra la verdadera naturaleza del Estado racista de Israel. Algunos esperan medidas específicas y duras para castigar al nuevo gobierno y presionarlo para que dé marcha atrás y se adhiera a la legitimidad internacional, especialmente desde que los países occidentales mostraron un claro compromiso con la protección de la libertad y los derechos humanos durante la crisis ucraniana, y recabaron para ello un gran apoyo político, financiero y militar.
Por desgracia, sin embargo, estas esperanzas empezaron a desvanecerse a medida que tomaba forma la formación del próximo gobierno.
Empezamos a oír hablar de posturas vacilantes y fluidas hacia el gobierno, la más destacada de las cuales fue la postura estadounidense del Secretario de Estado Anthony Blinken cuando dijo que la administración Biden se comprometería con el gobierno de Netanyahu basándose en sus políticas y no en personalidades, entre las que se encuentran posibles ministros de alto rango del gobierno que han expresado anteriormente opiniones extremistas antipalestinas y antiárabes.
El Parlamento Europeo, en su Resolución nº 2949/2022 (RSP) relativa a las perspectivas de una solución de dos Estados para Israel y Palestina, expresó la misma posición vacilante y cobarde al tratar con el nuevo gobierno, en contraste con su posición tajante e hipócrita en el caso del experimento democrático palestino de 2006, cuando se impuso un boicot general al gobierno palestino y un bloqueo cruel e inhumano a la Franja de Gaza.
Estas tendencias son peligrosas, por un lado, porque pierden una gran oportunidad de frenar la ocupación, obligarla a comprometerse con la legitimidad internacional y dar a los palestinos sus derechos.
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También repite el mismo juego que hemos visto durante décadas; las posiciones fluidas dan luz verde a los crímenes de la ocupación y le proporcionan una nueva oportunidad para seguir aplicando sus planes controlando totalmente la Palestina histórica y deshaciéndose del mayor número posible de palestinos en esta zona.
Los palestinos, por su parte, han aprendido bien la lección y no permitirán que se repitan la Nakba y la Naksa, la pérdida de los sagrados o el robo de la tierra. Se defenderán con toda fuerza, determinación y persistencia.
Esto significa, en resumen, que la explosión en los territorios palestinos es cuestión de tiempo, y será amplia y general. Nadie disfrutará de seguridad ni estabilidad mientras se sigan violando los derechos de los palestinos. La comunidad internacional, encabezada por Estados Unidos y Europa, debe revisar radicalmente sus posturas, a la vista del reiterado fracaso a la hora de alcanzar una solución justa o lograr la estabilidad, antes de que sea demasiado tarde.
No debemos permitir que los israelíes nos ahoguen en los detalles de sus diferencias internas y en la comparación entre un extremista y alguien más extremista, a expensas de la imagen global, que se ha hecho clara y evidente. Nos enfrentamos a una empresa fascista racista que necesita una postura internacional firme y medidas prácticas para lograr una solución justa y global al conflicto, que ponga fin al sufrimiento de millones de palestinos.
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