Nuestro mundo está cada vez más asolado por la guerra, el hambre y la pobreza. Líderes políticos y de otros ámbitos se reunirán durante el Foro Económico Mundial (FEM) de Davos entre el 16 y el 20 de enero para debatir los predicamentos existentes y sugerir soluciones. Sin embargo, los expertos dudan de que se llegue a actuar.
El año pasado se produjeron numerosos acontecimientos adversos, como la guerra ruso-ucraniana y la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Como consecuencia, Europa está preocupada por su seguridad energética, mientras millones de personas reflexionan sobre su seguridad alimentaria.
A la luz de estas circunstancias, el FEM identifica riesgos inminentes y a largo plazo. Entre los primeros, destacan la crisis del coste de la vida, las catástrofes naturales y los enfrentamientos geoeconómicos. El fracaso en la mitigación del cambio climático ocupa un lugar destacado entre los segundos. Se espera, por tanto, que varias personalidades de alto rango, desde el Director Gerente del Fondo Monetario Internacional hasta el Director General de la Organización Mundial del Comercio, debatan estas cuestiones.
El FMI prevé una importante desaceleración económica para 2023. Por ello, hay varias preocupaciones económicas. Se avecina una crisis del coste de la vida, las diferencias de desigualdad aumentan y la inflación y el endeudamiento plantean dificultades. Peor aún, los gobiernos, e incluso las instituciones financieras, necesitan ayuda para hacer frente a estos problemas. En resumen, el futuro no se presenta brillante.
Además, la otra cara de la moneda no es más brillante. El orden económico mundial atraviesa tiempos turbulentos. El ascenso de China a la influencia mundial suscita sentimientos encontrados. De ahí que aumente el proteccionismo y que los países occidentales adopten políticas más agresivas. En consecuencia, la visión de un mundo globalizado se erosiona lentamente.
De ahí que el FEM aspire a debatir el futuro de la globalización, el comercio, el crecimiento y la inversión, centrándose en la sostenibilidad y la resistencia. Además, expondrá las opiniones de sus destacados miembros sobre cómo afrontar la crisis del coste de la vida y la recesión. El foro también examinará las futuras políticas monetarias e industriales, incluidas las relativas a las criptodivisas.
El cambio climático es real. Las temperaturas globales están subiendo y el mundo ya es testigo de catástrofes naturales. Pakistán acaba de sufrir graves inundaciones; Tuvalu está amenazada por las mareas altas y es probable que pronto deje de ser habitable. El FEM sitúa el cambio climático en lo más alto de su agenda, con reuniones que abarcan la financiación climática, la descarbonización y cuestiones relacionadas con el clima como el abastecimiento de agua y la seguridad alimentaria.
El foro también explorará temas relacionados con la tecnología, como la inteligencia artificial, la colaboración de datos y la protección del ciberespacio.
No es sorprendente que la energía encabece las preocupaciones de la UE para 2023. El año pasado, Europa temía un invierno 2022/23 oscuro y frío. Alemania, por ejemplo, tomó varias medidas de ahorro energético para mantener sus reservas de gas natural a un nivel suficiente. De momento, se ha evitado el peor de los escenarios. Aunque Europa ya no puede depender del gas ruso barato, no dispone de suficientes reservas de gas natural. Bruselas debe contemplar soluciones radicales.
Dada la importancia de la energía para la seguridad y el medio ambiente, el FEM estudiará cuestiones relacionadas con la energía, como la resistencia energética, la asequibilidad, la sostenibilidad, las tecnologías de energía neta cero y la transición energética.
Mientras tanto, la importancia de las empresas para hacer frente a las crisis mundiales es más evidente que nunca. Con la pandemia de Covid-19, y en especial la fabricación de vacunas, el sector empresarial puso de manifiesto su importancia. Así, el FEM aborda las cuestiones relacionadas con la empresa y la inversión desde numerosos puntos de vista: el abandono silencioso, la diversidad, las empresas de nueva creación, la inclusión, la inversión en tiempos de incertidumbre y la inversión en activos intangibles.
Hablar de problemas y sugerir soluciones es fácil. El reto es asignar responsabilidades y convertir los planes en acciones.
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El año pasado quedó patente la impotencia de la comunidad internacional. Por ejemplo, el Consejo de Seguridad de la ONU no pudo aprobar una resolución sobre la invasión rusa de Ucrania. Las más altas agencias de la ONU estuvieron paralizadas hasta que Turkiye encabezó el acuerdo sobre cereales para hacer frente al agravamiento de la crisis alimentaria. Mientras tanto, varios países, entre ellos Estados Unidos, iniciaron restricciones comerciales cuestionables, que contradicen los dictámenes de la Organización Mundial del Comercio, en medio de la apatía general.
Dadas las complejidades asociadas a estas carteras, las posibilidades de encontrar soluciones mágicas en Davos son escasas. El foro no tiene poder para tomar decisiones; sólo puede influir en ellas. No obstante, el FEM sigue siendo importante porque sirve de escenario para debates críticos a cargo de personalidades reputadas que llaman la atención sobre cuestiones importantes.
Sin embargo, en medio de todo este pesimismo, hay algunos puntos brillantes. Por ejemplo, se espera que este año concluyan las negociaciones de un nuevo Acuerdo de la OMC sobre Facilitación de la Inversión para el Desarrollo. El lanzamiento de una coalición de Ministros de Comercio para el Clima también figura en la agenda de este año.
El mundo está experimentando cambios tectónicos. Los acontecimientos del año pasado ya lo demostraron. Este año no parece que vaya a ser diferente. Aunque tenga pocas probabilidades de provocar acciones drásticas, el FEM sigue siendo una plataforma importante para analizar el presente y el futuro del mundo. Está claro que se encuentra en la encrucijada de un nuevo orden mundial.
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