Es la desafortunada -o afortunada, dependiendo de la propensión de cada uno a la autocracia- naturaleza de todo sistema descentralizado en esta era moderna centralizarse bajo el ámbito de la regulación gubernamental o el control del sector privado. Así ha ocurrido con la fiscalidad, los datos, la legislación sobre salud y seguridad, los permisos de construcción y un sinfín de otros asuntos considerados reguladores para una sociedad segura y ordenada.
Parte de ello es una bendición, ya que garantiza la minimización de la muerte y la protección de la vida, pero otra parte es simplemente burocracia innecesaria que parece servir a los atributos ancestrales de quienes la aplican: avaricia de ingresos y ansia de autoridad.
Un ejemplo emergente de ello pueden ser las actuales e inminentes alteraciones de los sistemas financieros nacionales y mundiales.
En 2021, escribí sobre la posibilidad de que las criptomonedas fueran la salvación de los problemas económicos a los que se enfrentaban muchos países en desarrollo y de Oriente Próximo en medio de una inflación y una devaluación de la moneda sin precedentes, como Líbano y Turquía.
Esa opinión era cierta, pero quizá demasiado optimista sobre el efecto generalizado que podrían tener las criptomonedas. También ignoraba o pasaba por alto una pieza importante del rompecabezas económico que cada vez asoma más la cabeza: las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC, por sus siglas en inglés).
Como activos digitales del Banco Central de un país, las CBDC van a tener una legitimidad significativa en su lanzamiento en los próximos años. Al parecer, primero serán voluntarias y estarán sujetas a planes piloto y pruebas limitadas antes de su implantación nacional.
A continuación, se animará e incentivará fuertemente a empresas y ciudadanos para que las utilicen, al principio como forma de pago alternativa y después como principal o única forma de pago. Finalmente, como advierten los críticos y se alegran los defensores, las sociedades dejarán de tener dinero en efectivo y todo será digital.
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Sus defensores alaban el desarrollo y el uso de los CBDC como el futuro de las finanzas, como si fueran el único método de pago y transacción posible en nuestro mundo digitalizado. Todo lo que no sea eso o el uso continuado del efectivo físico será, al parecer, un atraso.
No es sólo la pérdida de monedas y billetes que uno puede sentir y tocar lo que tanto preocupa a los críticos de los CBDC, ni tampoco ningún sentimentalismo hacia el pasado o la tradición, necesariamente. Más bien es la amenaza a la privacidad individual, junto con la posibilidad de un mayor control por parte del gobierno y el Banco Central, lo que más preocupa.
Un CBDC nacional - una libra, euro, dólar, etc. digital - funcionaría a través del mismo sistema de cadena de bloques (blockchain) con el que las criptomonedas son famosas por funcionar. La principal diferencia entre la forma en que ambos sistemas utilizan la cadena de bloques es que, con las criptomonedas, los registros pueden ser -y a menudo lo son, dependiendo de la criptomoneda- anónimos y difíciles de rastrear hasta los remitentes y destinatarios y los detalles exactos de la transacción. Esta es una de las razones por las que muchos gobiernos y autoridades financieras han acusado a la red de ocultar las actividades de delincuentes, terroristas y Estados delincuentes.
Sin embargo, con un CBDC nacional, cada compra y transacción podría ser rastreada y vista por bancos o autoridades gubernamentales, junto con sus detalles de origen y destino. Y eso no es todo: también podrían ser "programables", lo que significa que los proveedores y reguladores podrán programar las monedas digitales para que acepten o rechacen pagos por determinados artículos o servicios. Los críticos advierten incluso de que esto podría vincularse a una "puntuación de crédito social", en la que la capacidad de un individuo para comprar algo dependerá de su comportamiento, opiniones políticas, historial de protestas políticas y mucho más.
Con este sistema, la idea es que un ciudadano con una mala puntuación no pueda reservar vuelos al extranjero o pagar por cosas más allá de lo estrictamente necesario. No es difícil de imaginar, pues el sistema ya funciona en algunas zonas de China, donde se está implantando el yuan digital.
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Este escenario es, sin duda, aterrador, y supondría un importante golpe a la libertad de elección a múltiples niveles. Sin embargo, los partidarios y defensores de la CBDC insisten en que el asunto no es tan blanco o negro.
Jonas Gross, presidente de la Digital Euro Association, declaró a Middle East Monitor que la preocupación por la privacidad y la vigilancia de los datos de las transacciones recogidos de forma centralizada por un banco central "es sólo una cara de la medalla". Una moneda digital, dijo, podría "aumentar también la privacidad... si se opta por un diseño adecuado de CBDC". Así pues, el grado de privacidad de los datos depende del diseño del CBDC - y de las preferencias y objetivos políticos de los Bancos Centrales".
Gross subraya que, en la actualidad, "existen tecnologías que permiten emitir una CBDC que ofrezca altas garantías de privacidad y, al mismo tiempo, cumpla la normativa". Algunos ejemplos son las pruebas de conocimiento cero, las firmas ciegas o las soluciones de hardware seguras".
Con estas soluciones, "no habrá forma de que terceros, como bancos o bancos centrales, observen los datos de las transacciones o rastreen a los usuarios. No se comparte ningún dato confidencial de la transacción, sólo las pruebas de su exactitud. Así, la privacidad queda garantizada por la criptografía y las matemáticas". Aclaró que "en consecuencia, tales soluciones de privacidad permiten la privacidad sin confianza, es decir, la privacidad que no requiere confiar en otra parte para preservar la privacidad."
Por tanto, la privacidad y el respeto a la libertad de elección individual pueden garantizarse incorporándolos a la infraestructura de los CBDC. Sin embargo, eso dependería totalmente de que el gobierno o el banco central -no todos son independientes de la coerción gubernamental- acataran realmente esa política.
Países de todo el mundo ya se están subiendo al carro de las oportunidades que ofrecen los CBDC, con 114 en total explorando su uso. De ellos, 39 están investigando, 33 están en fase de desarrollo y 17 están probando sus monedas digitales en el momento de escribir estas líneas.
Estos países no son sólo democráticos. Estados más autoritarios como China, Rusia, Oriente Medio y los Estados del Golfo, y muchos otros están estudiando el concepto, y no se puede esperar que apliquen políticas de privacidad en sus sistemas monetarios digitales.
Incluso las naciones occidentales supuestamente democráticas pueden ser sospechosas de utilizar esas nuevas capacidades en su propio beneficio. No hay más que ver las flagrantes violaciones de los derechos y la legislación por parte de las agencias de inteligencia estadounidenses al acceder a las actividades financieras y transaccionales de cientos de millones de personas a lo largo de los años, en una colaboración masiva entre la comunidad de inteligencia y las grandes tecnológicas.
Otro ejemplo más aterrador se vio en la congelación por parte del gobierno canadiense de cuentas bancarias vinculadas a ciudadanos que protestaron contra los mandatos de vacunación hace un año. Medidas tan duras y debilitantes son suficientes no sólo para reprimir la disidencia política, sino también para paralizar la propia vida y las capacidades financieras de una persona en el proceso.
Esas medidas tomadas por el gobierno y las agencias de inteligencia, en línea con los servicios bancarios, pudieron llevarse a cabo con el actual sistema monetario, que aún está digitalizado sólo en parte. Imagínese la capacidad de control y las limitaciones financieras que podrían imponerse en un sistema totalmente digitalizado. Ahora bien, uno aún podría arreglárselas de algún modo para vivir su vida gastando efectivo físico, y las autoridades sólo podrían seguirle la pista a través de un largo proceso de búsqueda de los recibos y seguimiento de las grabaciones de las cámaras.
Con un sistema CBDC -sobre todo si no respeta las normas de privacidad de los usuarios-, las actividades y movimientos de esa persona podrían ser objeto de un seguimiento constante, sus fondos podrían ser confiscados y su capacidad de gasto limitada a dónde, qué, cuándo y cuánto.
A lo largo de esta década, podemos esperar totalmente que los Estados y los bancos continúen con la adopción y el desarrollo de las monedas digitales. Variará cómo las desarrollen, qué políticas establezcan para su uso y a qué nivel se implanten. Sin duda, las CBDC ofrecerán innumerables ventajas, especialmente a través de la red blockchain.
Aunque la comunidad de criptomonedas ha defendido durante mucho tiempo el valor de la descentralización, estas monedas digitales nacionales centralizadas distarán mucho de serlo. Su implantación puede ser aparentemente inevitable, pero quizá no a costa de eliminar por completo el efectivo. Y lo que es más importante, el respeto a la privacidad y la libertad frente al control deberían estar en el centro de su creación, o de lo contrario sólo serán la semilla de un futuro más vigilado, represivo y distópico.
Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.