La semana pasada, escritores y profesionales de los medios de comunicación saudíes criticaron al régimen egipcio, especialmente por lo que denominaron la "creciente dominación del ejército sobre el Estado, especialmente sobre la economía", en medio de la mayor crisis económica de la historia del país, casi una década después del derrocamiento del primer gobierno genuinamente elegido democráticamente desde la creación del Estado egipcio. Estas críticas se produjeron tras conocerse la reticencia del Reino de Arabia Saudí a enviar más apoyo financiero al régimen egipcio, y la ausencia del príncipe heredero Mohammed bin Salman de una cumbre convocada por el líder emiratí, Mohammed bin Zayed, y en la que participaron los líderes de los países del Golfo, Egipto y Jordania. Se cree que parte de la cumbre trató sobre la crisis económica egipcia y el apoyo financiero a El Cairo.
El pasado mes de octubre, Al-Sisi se refirió a la reticencia de los "países amigos y hermanos" a prestar más apoyo financiero y económico a Egipto, subrayando que estos países "se han convencido de que Egipto es incapaz de volver a ponerse en pie tras la ayuda que llevaban años prestándole para resolver crisis y problemas". La magnitud de la deuda pública total de Egipto ronda los 400.000 millones de dólares, una cifra aterradora, no sólo en sí misma, sino también a la luz de que el régimen sigue aplicando el mismo enfoque que la causó, especialmente durante la última década. El control por parte del ejército de todos los aspectos de la economía y del mundo de las finanzas y los negocios, además de su apoderamiento de miles de millones de dólares del dinero del pueblo, de la ayuda y del apoyo exterior, y su transferencia a cuentas que sirven para el bienestar de sus altos cargos, así como de altos funcionarios de la presidencia y de los servicios de inteligencia, plantea el mayor desafío para el país.
Un Egipto débil puede ser un objetivo para varias partes y, por tanto, el régimen egipcio sirve a estas partes, a cambio de permanecer en el poder. Sin embargo, el colapso de Egipto se considera un mal escenario para todos estos partidos, dadas las repercusiones que conllevaría, que van más allá de la dimensión local y afectan a la regional. En este sentido, estos partidos chantajean al gobierno egipcio con su apoyo, y el gobierno también les chantajea recordándoles las consecuencias de su posible caída y el impacto que ésta tendría sobre ellos, como la inmigración, el extremismo, el terrorismo, etc. Irónicamente, las razones que impiden a estos partidos apoyar a Egipto son las mismas que permiten al régimen sobrevivir. En otras palabras, mientras que la corrupción del régimen se considera una puerta de entrada para hacer de Egipto un país débil y manejable, su corrupción es también una carta que juega el régimen para chantajear a los demás y motivarles a apoyar continuamente a Egipto recordándoles la elección entre el régimen o el caos.En respuesta a la campaña de críticas contra el régimen y el ejército, algunos escritores egipcios afiliados al régimen lanzaron una contracampaña en la que insultaban a algunos países y naciones del Golfo y a las instituciones mediáticas afiliadas a estos países. Para resumir las ideas antes mencionadas, uno de estos escritores dijo: "Egipto antes de Sisi era un hervidero de caos, anarquía y terrorismo, pero por desgracia, hay tontos cegados por el dinero que no se dan cuenta de que si algo malo le pasa a Egipto, no sobrevivirán ni un minuto. Son meros fenómenos vocingleros con visiones y perspicacias muertas". Esta discordia refleja la magnitud del desacuerdo entre las partes que se han apoyado mutuamente en los últimos años para preservar el viejo statu quo e impedir un cambio positivo en la región.
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Aunque no creo que esta disputa se convierta en un distanciamiento entre estos países, la cuestión sigue siendo el destino de la crisis económica egipcia y sus repercusiones. Dada la reticencia del régimen egipcio a cambiar su enfoque, es difícil imaginar que la crisis desaparezca por sí sola y, por lo tanto, se plantea la cuestión de si el ejército acabará sacrificando a Al-Sisi para salvarse tomando algunas medidas encaminadas a lograr la estabilidad sin cambiar fundamentalmente la situación. ¿O recurrirá el régimen al chantaje para asegurarse la continuación del flujo de apoyo financiero?
Independientemente de los escenarios, lo cierto es que Egipto, en su situación actual, sigue siendo una bomba de relojería.
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