No cabe duda de que todos los que tienen conciencia en el mundo islámico o siquiera una pizca de humanidad en su interior vivieron con gran tristeza y desolación la semana pasada al ver las trágicas secuelas de los terribles terremotos de Turquía y Siria. Decenas de miles de personas murieron o resultaron heridas y ciudades y pueblos enteros quedaron destruidos en ambos países. Los terremotos no entienden de fronteras arbitrarias, y la sangre turca se mezcló con la siria en los escombros, donde las manos se unieron y las almas se encontraron mientras ascendían hacia su Creador.
Turcos y sirios trabajaron codo con codo para rescatar a los supervivientes, a pesar de las pésimas condiciones meteorológicas. Nadie pensó dos veces en la nacionalidad del niño, mujer u hombre herido; todos se alegraron cuando alguno fue sacado de entre los escombros con vida.
Hay que reconocer el mérito de los funcionarios turcos que utilizaron sus contactos internacionales para recabar solidaridad y ayuda para ambos países, a pesar de que la atención internacional tendía a ignorar a la sancionada Siria. No fue ninguna sorpresa, ya que el Islam nos une frente a quienes intentan separarnos y provocar entre nosotros conflictos nacionalistas, étnicos y sectarios. Los terremotos demostraron que el Islam nos une, sin importar nuestras diferencias, y nos acerca por muy lejos que estemos.
Por eso se nos partía el corazón cuando veíamos a los equipos de rescate sacar a los muertos de debajo de los escombros. Nos despedimos de ellos con lágrimas y rezamos a Dios para que se apiade de ellos, los acepte como mártires y salve a los que quedan atrás.
Estaba claro que los terremotos sacaron a relucir nuestra humanidad compartida. El pueblo árabe respondió antes que sus gobiernos, como de costumbre. Se lanzaron llamamientos desde las mezquitas, y las congregaciones realizaron oraciones fúnebres ausentes como expresión del concepto de "Ummah como un solo cuerpo". Se hicieron donaciones para proporcionar ayuda humanitaria a las víctimas del terremoto.
Las víctimas lo perdieron todo en un abrir y cerrar de ojos. Pasaron toda su vida trabajando duro para comprar su casa y su coche, y ahorrar para el futuro. Luego se fueron; tuvieron que dejarlo todo atrás. No tuvieron elección. Nuestras vidas son frágiles; discutimos y peleamos entre nosotros y nos regodeamos de nuestro poder y autoridad un minuto, y al siguiente nos lo arrebatan todo. Nuestras debilidades humanas quedaron al descubierto por la fuerza de la naturaleza.
Las redes sociales están llenas de cientos de historias que salen de debajo de los escombros, y no tienen más remedio que decir: "Gloria a Dios, que saca a los vivos de entre los muertos y a los muertos de entre los vivos". Una madre se puso de parto y dio a luz bajo los escombros. Entregó a su bebé a los equipos de rescate; luego falleció.
Otro niño fue sacado de los escombros después de 120 horas riendo y sonriendo, como si no hubiera estado bajo los escombros durante muchas largas horas sin comida, agua ni luz del día.
Estos dos niños supervivientes representan los nuevos retos de la región. Con cada dificultad viene la facilidad, nos dice el Libro Sagrado. Todo es bueno, aunque no podamos verlo en este momento.
El Presidente turco Recep Tayyip Erdogan y su esposa visitaron la ciudad de Kahramanmaras al día siguiente de los seísmos para tranquilizar a su pueblo sobre la marcha de los trabajos tras la catástrofe. Recorrió las calles encontrándose con las familias y llorando con ellas; prometió que reconstruiría lo destruido en el plazo de un año y les proporcionaría una vivienda digna. El líder turco también dijo que se les daría dinero para ayudarles en estos difíciles momentos, y anunció un periodo de luto de siete días por las víctimas, y una emergencia nacional de tres meses para retirar los escombros y devolver la vida a las ciudades afectadas.
Mientras tanto, en Siria, el Presidente Bashar Al-Assad -el Carnicero de Damasco- y su esposa acudieron a Alepo cuatro días después de los terremotos, cuando les aseguraron que las réplicas habían terminado. Posaron para las fotos, sonriendo para las cámaras como si fuera una ocasión feliz. Sin duda, Assad se alegró de recibir llamadas telefónicas de dirigentes árabes y de otros países ofreciendo sus condolencias y pidiendo el levantamiento de las sanciones impuestas a Siria, lo que beneficiaría al régimen y pondría fin al castigo contra él y sus altos cargos. Todos ellos están acusados de utilizar armas químicas contra civiles y de cometer crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra. El fin de las sanciones también significaría que la ayuda humanitaria fluiría hacia Siria, lo que abriría nuevas posibilidades para el saqueo a alto nivel y la distribución discriminatoria. Esta era una queja frecuente en las redes sociales.
De hecho, Bashar y sus criminales están sometidos a la Ley César de Protección Civil de Siria, pero el verdadero asedio es contra las zonas liberadas del noroeste de Siria que están en manos de la oposición. Allí es donde el régimen del carnicero ha atacado a los residentes con bombas de barril apoyadas por sus aliados regionales e internacionales desde 2011. El asedio dura ya más de diez años y afecta a unos cinco millones de ciudadanos sirios, en su mayoría desplazados que huyen de la represión del régimen. Las posturas regionales e internacionales respecto al régimen han ido y venido. ¿Le prestará apoyo el mundo a pesar de sus crímenes? ¿Y se verá eso como una especie de normalización con el régimen de Assad?
Esta fue una cuestión inmediata de controversia moral y humanitaria, pero algunos países árabes decidieron rápidamente cuál sería su postura y proporcionaron apoyo directamente al régimen de Assad. Esto sucedió a pesar de los numerosos informes que denuncian que éste trató los terremotos con ligereza, e incluso intercambió parte de la ayuda en un momento en el que era difícil que ésta llegara a las zonas afectadas. Lo poco que ha conseguido llegar nunca iba a ser suficiente, dada la magnitud de los daños humanos y materiales.
No soy Charlie: sátira y deshumanización de las víctimas del terremoto de Turquía
Los amigos del asesino Assad dicen que los terremotos son una oportunidad de oro para ser utilizados políticamente y explotados a su favor. Las voces que piden el fin de las sanciones contra él y su régimen son cada vez más fuertes. Si esto ocurre, todos sabemos que significa que se le dará más tiempo para liquidar a más miembros de la oposición siria.
Esta es la historia de dos presidentes, uno que llora y otro que ríe. Cuando se trata de sinceridad, está claro cuál de los dos tiene los intereses de su pueblo en el corazón.
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