Aunque se ha afirmado que el llamado sueño americano hace tiempo que murió, Nikki Haley es la prueba de que el sueño sigue vivo. Por desgracia, el "sueño" es solo suyo.
Hasta hace poco, íntima confidente del expresidente estadounidense Donald Trump y de su círculo proisraelí, Haley quiere ser la próxima presidenta de Estados Unidos. El 14 de febrero declaró oficialmente su candidatura y, a partir de febrero del año que viene, competirá oficialmente contra sus antiguos jefes en las primarias republicanas.
Es cierto que su popularidad entre los simpatizantes del Partido Republicano oscila entre el 3% y el 4%, pero Haley sigue pensando que tiene posibilidades de ganar, si juega bien sus cartas. Aunque se trata de una victoria en un partido al que no le entusiasman ni las mujeres ni los políticos de minorías, tiene suficientes historias de éxito para darle la confianza necesaria.
"Incluso en nuestro peor día, tenemos la suerte de vivir en Estados Unidos", dijo Haley en el vídeo de presentación de su campaña. Aunque tal afirmación pueda parecer algo típico de los políticos estadounidenses en tales ocasiones, la declaración de Haley lleva insinuaciones ocultas, cuando no preocupantes.
Haley considera que su vida es un testimonio de la afirmación ahistórica de que "Estados Unidos no es un país racista", un cántico que dirigió entre los vítores de miles de sus partidarios en su primer mitin de campaña, el 15 de febrero en Charleston, Carolina del Sur.
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Para los republicanos, el perfil de Haley es fundamental porque es poco común. Entienden que un candidato negro no funcionará bien entre su electorado ni entre el del Partido Demócrata. Aun así, necesitan desesperadamente a cualquier "persona de color" que atraiga a los desencantados votantes de las minorías, si ese candidato reafirma las creencias preexistentes de la mayoría de los republicanos: que Estados Unidos es un gran país libre de racismo y desigualdad, con muchos enemigos extranjeros peligrosos y que Israel es su aliado más fiable. Haley, durante años, ha desempeñado con entusiasmo ese papel.
"Yo era la orgullosa hija de inmigrantes indios. No negra. No blanca. Yo era diferente", dijo. Esta afirmación, aparentemente inocua, ha servido a Haley como mensaje central de su carrera política desde que en 2011 dejó el negocio familiar de ropa Exotica International para presentarse a la Gobernación de Carolina del Sur, y ganó.
En 2017, la historia de éxito de Haley continuó. Se convirtió en embajadora de Estados Unidos ante la ONU. Este cargo ha sido históricamente mucho más relevante para los intereses israelíes que para los estadounidenses, porque la ONU es una de las pocas plataformas internacionales en las que los palestinos y sus partidarios intentan, aunque a menudo en vano, que Israel rinda cuentas por sus prácticas ilegales en la Palestina ocupada.
Durante décadas, Estados Unidos se ha opuesto a cualquier intento de los países árabes y de otros países de castigar a Israel por su ocupación militar y sus continuas violaciones de los derechos humanos en Palestina. Las docenas de vetos utilizados por Estados Unidos para bloquear cualquier intento de condenar el colonialismo o los crímenes de guerra israelíes en el Consejo de Seguridad de la ONU sólo cuentan una parte de la historia.
En el lapso relativamente breve de dos años de diplomacia que sirvió principalmente a Israel, Haley consiguió ayudar con éxito a bloquear la financiación estadounidense de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA). También logró que su país abandonara el Consejo de Derechos Humanos de la ONU por sus críticas a Israel.
También se le atribuye haber formado parte de la decisión que llevó a la abrupta retirada de Estados Unidos del Plan Integral de Acción Conjunta, y fue un miembro crucial del equipo de Trump detrás del llamado "Acuerdo del Siglo", que finalmente se ha desvanecido en retórica vacía.
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Ahora Haley espera sacar provecho -literalmente- de su dedicación a Israel y a la política exterior de línea dura de su país en Oriente Medio. Una de las afirmaciones que ha hecho repetidamente a sus donantes, en su mayoría multimillonarios proisraelíes, es que ha cumplido todas las promesas que hizo a Israel en la conferencia del AIPAC de 2017. Y así ha sido.
Su actuación en la conferencia política anual del grupo de presión "entusiasmó a la multitud", informó entonces el Times of Israel. En su discurso, Haley, embriagada por el potencial político de ganarse las ovaciones de 18.000 asistentes a la conferencia del AIPAC, se declaró a sí misma como "la nueva sheriff de la ciudad", que se asegurará de que "se acaben los días del ataque a Israel en la ONU".
En lo que respecta a Israel, la sheriff cumplió su cometido, inaugurando la edad de oro de Israel en la ONU y forjando amistades duraderas entre Haley y altos funcionarios y donantes israelíes.
Haley se convirtió en "motivo de orgullo para los partidarios acérrimos de Israel por liderar la lucha contra las resoluciones antiisraelíes", escribió el 14 de febrero el semanario judío The Forward.
Cabe destacar que una secuencia de cuatro segundos del vídeo de lanzamiento de la campaña de Haley transcurre en Israel, concretamente cerca de la valla con la asediada Gaza. Junto a ella camina el ex embajador israelí ante la ONU, Danny Danon. Mientras estuvieron en la ONU, desarrollaron una "relación de trabajo única y una amistad duradera", informó el Forward, citando a Danon, actualmente miembro del partido Likud de Benjamin Netanyahu.
Es significativo que el ex embajador israelí crea que si "Haley se presentara a las elecciones presidenciales en Israel habría ganado fácilmente". Teniendo en cuenta sus malos resultados entre los votantes estadounidenses, cabe preguntarse: ¿por qué una candidata presidencial estadounidense sería mucho más popular entre los israelíes que entre los estadounidenses?
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La estrategia de Haley, sin embargo, está dando sus frutos, al menos económicamente. Jacob Kornbluh detalló las fuentes de financiación del super PAC de Haley, Stand for America. Gran parte de los 17 millones de dólares recaudados en el último ciclo electoral proceden de "destacados donantes judíos". Entre ellos figura Miriam Adelson, esposa del difunto magnate de casinos proisraelí Sheldon Adelson, junto con dinero de Paul Singers, Bernie Marcus y Daniel Loeb, entre muchos otros.
Puede parecer extraño que tales fondos se inviertan en una candidata que tiene, al menos por ahora, pocas posibilidades de ganar la nominación republicana, pero el dinero no es un despilfarro. Tel Aviv simplemente está recompensando los muchos favores de Haley, sabiendo que, independientemente de su posición exacta en el gobierno, Haley siempre seguirá dando prioridad a los intereses de Israel en su agenda política y, si es necesario, incluso por delante de los de su propio país.
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