Las cárceles israelíes siempre han sido lugares de opresión, acoso y abusos. Fueron creadas con ese fin, para actuar como elemento disuasorio y como castigo para todos los que se resisten a la ocupación y a sus atroces políticas. El hecho de que el nuevo ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, sea un extremista de extrema derecha y de línea dura sugiere, sin embargo, que las arrogantes y malvadas autoridades de ocupación no han aprendido nada del amargo compromiso con los palestinos, especialmente con nuestros prisioneros. Israel sigue basando su política en la agresión y busca nuevas formas de imponer una opresión criminal y matar el espíritu humano que llevamos dentro. Al hacerlo, sólo puede preguntarse qué pérdida saldrá de ello.
Esta es una ecuación de la que debemos ser muy conscientes. ¿Qué tiene que perder el Estado de ocupación a cambio de su agresión y sus crímenes contra nuestros prisioneros? ¿Tenemos que esperar a ver qué les puede deparar y reaccionar entonces? En el mejor de los casos, esto sería volver a las andadas y habremos entrado en un sótano a oscuras. Es como el viejo proverbio sobre alguien que pidió una ampliación en su casa, y el constructor metió con ellos una cabra, un burro y una vaca. Entonces el constructor se echó atrás ante la queja del propietario y retiró la cabra, y el propietario pensó que había conseguido algo y había ganado.
Los presos palestinos son muy conscientes de la mentalidad de las autoridades de ocupación. Saben exactamente cómo piensan y cómo gestionar la lucha, ya sea fuera o dentro de la prisión. Son vigilantes y precavidos y saben dónde golpear. Por eso no esperaron mucho a que el neofascista Ben-Gvir y este gobierno extremista probaran sus armas contra ellos y respondieran. Estaban preparados; se unieron; y establecieron bien las nuevas reglas de enfrentamiento. Sus mensajes empezaron a llegar y su lema era dignidad o martirio, un lema con muchas grandes connotaciones e indicadores, cuando empezaron a situarse dentro de sus bloques de celdas. Su dignidad los retrata claramente como prisioneros de la libertad, con una causa justa; y lucharán hasta el final por esta causa.
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Los presos también son muy conscientes de las cartas que tienen en la mano; conocen sus propias fortalezas y las debilidades del enemigo, y saben cómo apuntar a los puntos débiles. Por ejemplo, los presos no tienen nada que perder, salvo algunos privilegios obtenidos tras largas batallas con el servicio penitenciario, mientras que los carceleros pierden mucho más. Los guardias ni siquiera pueden tomarse vacaciones debido a la tensión y al estado de emergencia en las prisiones, y esto les afecta mucho. Además, los guardias tienen que vivir con el miedo y la ansiedad ante posibles actos de violencia las 24 horas del día; están aterrorizados.
Al acercarse el mes de Ramadán, las autoridades de ocupación están muy preocupadas, tanto dentro de las prisiones como más allá de sus muros. El Ramadán ya es una época tensa para la ocupación sin añadir los presos a la mezcla, especialmente si las prisiones ya están tensas e incendiadas como los palestinos en las calles. Los presos tienen la capacidad de actuar y tener un gran impacto, ya que vuelven la magia contra el mago.
Creo que los presos deberían elevar el techo de sus reivindicaciones y exigir a la población de toda la Palestina ocupada que trabaje por su liberación. Los extremistas criminales que dirigen Israel quieren arrebatarles sus derechos y violar su dignidad. Muchos llevan encarcelados un tiempo irrazonablemente largo, tres o cuatro décadas en algunos casos. Es hora de elevar el techo para presionar a la ocupación de todas las formas posibles para que libere a los presos. Mientras el extremista Ben-Gvir hace más difíciles las condiciones para ellos, todo el mundo debe actuar de acuerdo con su visión política y moral para hacer algo respecto a su difícil situación.
Este artículo apareció por primera vez en árabe en Palestinian Information Centre en febrero de 2023
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