Desde principios de los años noventa, se han producido cambios radicales en el panorama de la migración en el Mediterráneo. Con la imposición de visados por parte de Italia y España específicamente a los ciudadanos de los países del Magreb, estallarán las primeras oleadas de migración marítima clandestina, o lo que en los países del Magreb se conoce como "harga". La gente todavía se pregunta qué significa realmente; si significa infiltración ilegal, quema de documentos, etc., independientemente de las profundas connotaciones que pueda darnos la semiótica social, las funciones de estos países han cambiado mucho, y sus zonas ya no son sólo un motivo para sus inmigrantes, sino también un imán para los inmigrantes. También son, al mismo tiempo, zonas de tránsito visitadas por miles de inmigrantes que intentan alcanzar la orilla norte del Mediterráneo.
El coste de estos intentos suele ser alto: dinero malgastado y vidas perdidas en el Mediterráneo. Décadas después, dado el endurecimiento de las políticas de inmigración en los países de la UE, e incluso en los países del Magreb árabe, esta región se ha convertido en una trampa que atrae a los inmigrantes que esperan cruzar, pero se instalan temporalmente, o durante mucho tiempo, en estos países. No cabe duda de que las revoluciones árabes y el colapso del sistema fronterizo han provocado, a su vez, cambios drásticos en la migración. Las fronteras también se utilizaron para extorsionar, como hizo el difunto coronel libio cuando se negó públicamente a que su país desempeñara el papel de policía guardián de las fronteras europeas y chantajeó en secreto a esos países para que hicieran la vista gorda ante sus numerosas transgresiones.
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Aunque estos inmigrantes suelen preferir establecerse en Libia, el resto de los países del Magreb siguieron siendo poco atractivos para ellos, debido a muchos factores, como las condiciones económicas y el control de la seguridad sobre ellos. En general, Túnez siguió siendo una zona de tránsito, aunque algunos inmigrantes optaron por establecerse allí temporalmente, aunque de forma ilegal. A pesar de las elevadas tasas de desempleo, el mercado laboral tunecino se acomodaba a estas personas, debido a la reticencia de los jóvenes tunecinos a trabajar duro ganando salarios bajos, como empleos en panaderías, cafeterías y restaurantes, así como en la recogida de basuras domésticas y trabajos de limpieza en zonas urbanas.
Tras la revolución, se beneficiaron del crecimiento de un sentido civil alimentado por asociaciones civiles que trabajan en el campo de los derechos de los inmigrantes. Durante la última década, no fueron objeto de detenciones, salvo durante las abordadas operaciones secretas de migración, que revelaron que un gran número de migrantes procedían de países subsaharianos. Sin embargo, el escenario no fue testigo de cambios radicales en el número de migrantes. Las estadísticas solían indicar que el número de nacionalidades de los migrantes detenidos era de casi 70 nacionalidades al año, y esta cifra sigue siendo prácticamente la misma.
El enfoque de seguridad adoptado por las autoridades tunecinas en lo que denomina "lucha contra la migración clandestina" no dio sus frutos, por muchas razones objetivas, entre ellas la longitud del litoral del país, que se extiende a lo largo de casi 2.000 km (si tenemos en cuenta la circunferencia de las islas), además de la falta de capacidades logísticas de la guardia de fronteras marítima debido a la asfixiante crisis de fondos públicos.
Los sucesivos gobiernos no han querido ocuparse del expediente migratorio, que ha quedado en un segundo plano, y la legislación al respecto ha quedado obsoleta y no adaptada a las normas internacionales. La ley de 3 de febrero de 2004 no habla de inmigración, sino de documentos de viaje. También estipula penas que se consideran las más severas del mundo, sin olvidar que Túnez no firmó el 18 de diciembre de 1990 la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares. Sólo la Constitución de 2014, antes de ser sustituida, se refería en un único artículo a los refugiados e impedía su extradición, aunque algunas prácticas seguían sin cumplirla.
Las oleadas de inmigración clandestina no han disminuido, tanto las que empujan a los tunecinos hacia las costas italianas como las que les invitan a venir a Túnez, ya sea para atravesarlo o para instalarse en él. Según los últimos estudios realizados por el Observatorio Nacional de las Migraciones, en colaboración con el Instituto Nacional de Estadística, dos instituciones públicas consideradas de referencia y que elaboraron la Encuesta Nacional de Migraciones 2022, en colaboración con reputadas organizaciones internacionales en el ámbito de los datos cuantitativos sobre migraciones, el número de inmigrantes extranjeros en 2022 alcanzó casi los 70.000 que entraron en el país, ya fuera legal o ilegalmente. Sin embargo, las voces anti-inmigrantes, en general, continuaron expresando, de vez en cuando, su molestia con ellos, citando la difícil situación del país.
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Por ejemplo, el Comité Nacional contra la Trata de Personas (CNPT), ha abordado en sus numerosos informes el aumento del tráfico y los malos tratos contra los migrantes. Desde su elección en 2019, el presidente Kais Saied ha expresado, en numerosas ocasiones, su descontento con el fenómeno. Ha tomado la iniciativa de visitar varias ciudades costeras, insinuando, al mismo tiempo, que es el resultado de una conspiración urdida contra Túnez. La insinuación no quedó clara en su momento, hasta que la anunció abiertamente hace unos días durante una reunión con lo que él llama el Consejo de Seguridad Nacional. Expresó que el fenómeno de la inmigración se enmarca dentro de una gran conspiración contra Túnez, con el fin de despojarla de su identidad árabe-islámica, y limitar su identidad a su identidad africana. Dijo que se trata de un intento de cambiar su composición demográfica, en un esfuerzo por "colonizarla", denunciando a los partidos que recibieron dinero para asentar a los inmigrantes, refiriéndose a las organizaciones que luchan por integrar a estas personas, y prevenir los ataques racistas contra ellos, que han aumentado en frecuencia, a pesar de la promulgación de una ley contra todas las formas de racismo en 2018. Estos impactantes incidentes provocaron una ola de condena, a nivel nacional e internacional, sobre todo porque los actos de violencia acompañaron a estos incidentes y perjudicaron a algunos inmigrantes.
El populismo siempre ha sido un caldo de cultivo para el odio contra los inmigrantes.
Este artículo apareció por primera vez en árabe en Al-Araby Al-Jadeed el 27 de febrero de 2023
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