Casi todos los años se debaten y votan en la Asamblea General de la ONU (AGNU) y en su órgano subsidiario, el Consejo de Derechos Humanos (CDH), proyectos de resolución relacionados con las violaciones de los derechos de los palestinos por parte de Israel. Aunque las resoluciones adoptadas por la AGNU y el CDH pueden no ser jurídicamente vinculantes, indican fuertes compromisos políticos y muestran las posiciones de los Estados. El debate y el proceso de votación de dichas resoluciones demuestran de manera crucial cómo los Estados se comportan selectivamente en cuestiones de derechos humanos en función de sus intereses nacionales. El enfoque de los Estados europeos respecto a Palestina e Israel es un ejemplo evidente de este comportamiento.
Muchos Estados europeos no apoyan resoluciones clave de la ONU sobre las violaciones israelíes contra Palestina. Suelen votar en contra o abstenerse de dichas resoluciones, calificándolas de medidas unilaterales que perjudicarían los posibles esfuerzos de paz entre Israel y Palestina. Alemania y el Reino Unido -los dos mayores Estados europeos por población- han tomado claramente partido por Israel al considerar estas resoluciones injustas y parciales. Alemania también considera su apoyo a Israel como una responsabilidad histórica. Así, en su lugar, subraya los ataques cometidos contra Israel, pide que se condenen dichos ataques y solicita a la ONU que examine las violaciones en otros lugares.
El Reino Unido, que abandonó su mandato en Palestina tras la formación de Israel en 1948, ha sido uno de los principales partidarios de Israel en Europa. A pesar de que afirma reconocer la "autodeterminación palestina", el Reino Unido, al igual que Estados Unidos, ha declarado votar en contra de todas las resoluciones sobre Palestina (en el punto 7) en el CDH al indicar que esta agenda perjudica los esfuerzos de paz en Oriente Medio.
Otros grandes Estados europeos no actúan de forma muy diferente y suelen abstenerse en las resoluciones clave sobre Palestina. Por ejemplo, países de la Unión Europea (UE) como Italia, Francia, España, Países Bajos, Suecia y Dinamarca no han apoyado la reciente resolución que solicitaba a la Corte Internacional de Justicia una opinión consultiva sobre las consecuencias jurídicas de la ocupación israelí en Palestina, mientras que países como Irlanda, Bélgica y Portugal votaron a favor.
La votación de la Resolución 67/19 de la ONU, adoptada en 2012, fue crítica desde un estrato diferente al mostrar la actitud de los distintos Estados europeos hacia Palestina. Esta resolución elevó el estatus de Palestina en la ONU a "Estado observador no miembro", que antes era reconocido como "entidad observadora". Los Estados que no apoyaron la resolución señalaron la prioridad de las negociaciones directas entre Israel y Palestina basadas en una solución de dos Estados. El siguiente mapa muestra el sentido del voto de los países.
En la actualidad, 138 de los 193 Estados miembros de la ONU reconocen a Palestina como Estado, e Islandia y Suecia son los únicos países del noroeste de Europa que reconocen a Palestina. En cuanto a la adopción de algunas medidas prácticas contra las violaciones israelíes, Irlanda destaca como defensora de los derechos palestinos entre los Estados europeos, un comportamiento atribuido al sentimiento compartido de luchas históricas entre ambos países. La postura de Irlanda se refleja también en su comportamiento de voto sobre las resoluciones palestinas.
A pesar de las actitudes de oposición y abstención, el Parlamento Europeo ha adoptado una resolución que apoya "en principio" el reconocimiento de la estatalidad palestina. Además, muchos parlamentos nacionales de Europa han instado a sus gobiernos a reconocer a Palestina, aunque todavía no se ha producido el reconocimiento oficial. Aunque la UE, como en otros muchos asuntos de política exterior, no actúa como unidad política en la cuestión Israel-Palestina, intenta desarrollar un discurso común como observador permanente en la AGNU.
Los países europeos que se oponen a las resoluciones sobre Palestina adoptan una postura diferente cuando se producen violaciones de los derechos humanos en otros lugares. Por ejemplo, estos países han adoptado una postura clara respecto a las resoluciones sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania. Todos ellos votaron a favor de resoluciones como investigar las violaciones de derechos humanos en Ucrania y suspender a Rusia del CDH. En una línea similar, Estados occidentales como Reino Unido y Alemania -por no hablar de Estados Unidos y Canadá- han liderado y apoyado sin problemas las peticiones de investigación sobre las violaciones de derechos humanos cometidas por China contra los uigures en Xinjiang. Lo mismo ocurre con la puntillosa política de sanciones de la UE a la que nunca se ha expuesto Israel, a pesar de sus condenados asentamientos ilegales y otras violaciones de los derechos humanos. El diputado irlandés Richard Boyd Barrett ha abordado muy bien el doble rasero de la UE a la hora de abordar los crímenes contra la humanidad mencionando los ejemplos palestino y ucraniano.
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La selectividad europea occidental en materia de derechos humanos no sólo se limita al caso palestino, sino que también tiene ilustraciones en los países árabes musulmanes en general. Esto quedó patente cuando Qatar organizó el Mundial de 2022, que fue la primera vez en los 92 años de historia del mayor torneo de fútbol del mundo que lo organizaba un país musulmán o árabe. Muchos países y medios de comunicación occidentales hicieron un esfuerzo sin precedentes para crear una imagen excesivamente negativa del país anfitrión basada en cuestiones de derechos humanos, que la Liga Árabe calificó de campaña de difamación contra Qatar.
Los intereses políticos e ideológicos pueden designar la forma en que los gobiernos identifican y adoptan una postura en cuestiones de derechos humanos. En este sentido, la mayoría de las reacciones ante la ocupación israelí y los asesinatos de palestinos no han sido muy diferentes. Sin embargo, el conflicto entre Israel y Palestina destaca como ejemplo crítico al mostrar las posturas y discursos contradictorios de los actores europeos, que hacen alarde de cuestiones de derechos humanos en determinados lugares y temas, mientras ignoran otros. Para contrarrestar esta hipocresía, es esencial ejercer más presión a nivel bilateral e internacional, sobre todo en favor de los derechos de los palestinos.
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