Los ecos mundiales y regionales de la mediación china entre Arabia Saudí e Irán resonarán durante bastante tiempo.
China anunció su primer avance diplomático en Oriente Próximo y presentó sus credenciales como garante de acuerdos de buena vecindad, paz, cooperación y seguridad que limiten las magnitudes de las guerras de poder y los conflictos violentos derivados de las malas relaciones entre los dos países más importantes del Golfo, Arabia Saudí e Irán.
En los próximos días, China tendrá que definir claramente si está dispuesta a ampliar gradualmente el alcance de su mediación y sus garantías más allá del Golfo y avanzar hacia las guerras y otros conflictos que han agotado a los pueblos de Oriente Próximo y que Estados Unidos, los países europeos y Rusia han sido incapaces de poner fin o de lanzar procesos serios de negociación para controlarlos.
Nos referimos no sólo al actual conflicto en Siria y al estancamiento político en Líbano y, en menor medida, en Irak, sino también a la causa palestina, que está sufriendo una grave escalada debido a las políticas de asentamientos, desplazamientos y violencia de los colonos contra los palestinos en Jerusalén Este y Cisjordania. También se debe a la cobertura política y de seguridad que proporciona el gobierno de extrema derecha, encabezado por Benjamin Netanyahu, a estos crímenes que siguen invalidando la solución de los dos Estados y la convierten en oportunidades perdidas.
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Frente a todo esto, las potencias occidentales -representadas por Estados Unidos y la UE- no han hecho más que condenar verbalmente la actividad de los asentamientos y los crímenes de los colonos, que han llegado a un abismo aterrador con incendios provocados y atentados, sin imponer sanciones que puedan disuadir la arrogancia de Israel.
Las potencias occidentales no han tenido nada que decir en el plano diplomático, aparte de las frecuentes referencias a la necesidad de adherirse a la solución de los dos Estados, la importancia de la cooperación en materia de seguridad entre el gobierno israelí y la Autoridad Palestina, y la prioridad de trabajar para reducir la violencia y mejorar las condiciones económicas y de vida en Jerusalén, Cisjordania y Gaza.
En resumen, Occidente no tiene soluciones diplomáticas ni nuevas propuestas de negociación para la actual escalada de la cuestión palestina, y sus principales esperanzas ahora son que el mes sagrado de Ramadán transcurra sin un aumento de los actos de violencia entre los colonos y algunas facciones palestinas, sin un recrudecimiento en la mezquita de Al Aqsa y sus alrededores, y sin que el ministro israelí Itamar Ben-Gvir y sus afines en el gobierno provoquen los sentimientos de los palestinos, árabes y musulmanes de fuera de Palestina.
¿Desea China emplear sus herramientas diplomáticas y sus numerosas cartas en la región de Oriente Próximo para ayudar a controlar la actual escalada en los territorios palestinos ocupados y buscar soluciones a un conflicto que dura ya casi un siglo? China tiene cartas importantes y empleables, que son principalmente las de sus sólidas relaciones económicas y comerciales con todas las partes, y la impresión presente entre palestinos e israelíes respecto a la neutralidad de China y la ausencia de su sesgo ideológico y político hacia una de las partes a expensas de la otra (al igual que la misma impresión existía entre saudíes e iraníes), así como la capacidad de China de mantener buenas relaciones con Rusia para asegurarse posiciones de apoyo a su diplomacia, si ésta se vuelve activa.
Lo mismo que se dice de la causa palestina puede decirse respecto a las continuas vacilaciones de las soluciones negociadoras en Libia, cuyo gobierno se disputan internamente potencias rivales, que Egipto considera clave para su seguridad nacional y para las oportunidades de una gran cooperación económica, comercial y humana. En sus territorios combaten potencias regionales, entre ellas Turquía, y fuerzas internacionales como Francia, Italia y Rusia. La política occidental fue incapaz de llegar a un consenso sobre la negociación y las soluciones políticas a la cuestión libia, más bien algunas partes occidentales discreparon entre sí (como la contradicción y rivalidad entre Francia e Italia) y esto abrió la puerta a la ausencia de estabilidad, la proliferación de armas y la continuación del conflicto entre el Este y el Oeste libios.
Hoy, la diplomacia estadounidense dice querer implicar a Egipto en la solución negociadora y avanzar hacia el apoyo a la exigencia egipcia que pide la retirada de todas las fuerzas extranjeras del territorio libio (fuerzas turcas en el oeste y grupos de Wagner rusos en el este). Hoy, los europeos dicen adoptar la misma opción política y prefieren presionar a las partes libias para que acuerden un mapa que permita construir instituciones electas, gobernar el país, lograr su estabilidad y restablecer sus exportaciones de petróleo y gas natural, necesarias para los mercados europeos. Sin embargo, la eficacia de la nueva política occidental hacia Libia está relacionada, entre otros factores, con la voluntad de Turkiye de retirar sus fuerzas del oeste y de Rusia de retirar sus grupos del este, y con el éxito del diálogo diplomático entre Egipto y Turkiye, que discutieron esta cuestión, entre otras muchas. De ser así, China, con sus amplias relaciones comerciales con Turkiye, puede -como ayuda a la presión occidental- presionar eficazmente al gobierno turco para que retire sus fuerzas y mantenga su influencia política y económica y su comercio en Libia. China también puede, en el marco de su actual mediación para resolver el conflicto ruso-ucraniano, presionar a Rusia, su aliado estratégico, para que retire a los grupos Wagner del este, y lo cierto es que sólo un número limitado de ellos permanece en suelo libio.
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Con respecto a la cuestión palestina y la cuestión libia, y como es el caso en las arenas regionales disputadas debido a la pasada falta de cooperación entre Arabia Saudita e Irán, es decir. Yemen, Líbano, Irak y Siria, la cuestión para China en los próximos días será si quiere hacer de su esfuerzo de mediación un modelo de actividad regional que se base en sólidas relaciones económicas y comerciales con todos los países de Oriente Medio y vaya más allá de ellas para implicarse en la diplomacia de la seguridad, poniendo fin a las guerras, resolviendo conflictos y restaurando la estabilidad, o si considerará el Golfo como una excepción que requería intervención, dado que importa de él dos tercios de sus necesidades de petróleo.
Sólo los próximos días irán aportando elementos para responder a estas preguntas. Sin embargo, China, contrariamente a algunos deseos oficiales árabes e iraníes, no considerará su papel como una alternativa al de Estados Unidos y sus aliados occidentales, sino más bien como un competidor que unas veces está de acuerdo y otras en desacuerdo, y maximiza sus intereses en cualquier caso.
Este artículo apareció por primera vez en árabe en Al-Quds Al-Arabi el 20 de marzo de 2023
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