El pasado mes de mayo, tres meses después de que Rusia invadiera Ucrania, la Administración Biden-Harris publicó lo que denominó "Global Fragility Act": un documento político destinado a poner fin a los conflictos en todo el mundo o, al menos, a contener sus secuelas lejos de Estados Unidos.
Libia ocupaba un lugar destacado en ese documento, no sólo como ejemplo de conflicto y de cómo se podían contener sus consecuencias, sino también como ejemplo para mostrar la respuesta más amplia de la Administración demócrata a la invasión rusa de Ucrania y también los intentos de ayudar a Libia a ser más estable y pacífica. Recordemos que la Casa Blanca ha sido la principal fuerza que ha presionado a otras naciones para que apoyen a Ucrania frente a Rusia, ya sea en los pasillos de Naciones Unidas o enviando armas y munición a Kiev. Esto suscitó dudas sobre la seriedad de Washington a la hora de poner fin al conflicto en Libia.
Para intentar responder a esa pregunta, la Casa Blanca publicó el mes pasado lo que denominó "Estrategia estadounidense para prevenir conflictos y promover la estabilidad - Plan estratégico a 10 años para Libia". El documento se considera una continuación y una hoja de ruta más detallada de la "Ley de Fragilidad Global", y de cómo podría aplicarse en el mundo real.
En particular, esta vez Estados Unidos ha señalado a Rusia como una amenaza para "el flanco sur de la OTAN y una mayor desestabilización de la región del Sahel". También señala con el dedo la presencia del Grupo Wagner de Rusia en Libia, sin llegar a mencionarlo por su nombre. Implícitamente señala el hecho de que Libia podría convertirse en el trampolín para actividades más amplias del Grupo Wagner en los vecinos del sur de Libia y en todo el Sahel africano. En los últimos años, el grupo mercenario Wagner ha sido el socio favorito en materia de seguridad en países como Mali, Níger y Burkina Faso, incluso sustituyendo a la larga presencia francesa en la región. Wagner aún mantiene un par de miles de combatientes en diferentes lugares de Libia.
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Lo que el documento estadounidense no menciona es el hecho de que no sólo Rusia se inmiscuye en Libia, incluso con fuerzas armadas o combatientes estacionados en el país. Algunos de los aliados regionales de Washington también persiguen activamente sus propias agendas y las de sus apoderados locales. Ankara, por ejemplo, ha desplegado miles de mercenarios sirios en Libia, junto a un número desconocido de sus tropas, después de firmar el acuerdo de 2019 con Trípoli. Egipto, vecino oriental de Libia, apoya firmemente a las fuerzas en el este de Libia dirigidas por el general Jalifa Haftar y el parlamento con sede en Tobruk. Hasta ahora, El Cairo no ha desplegado fuerzas de combate en Libia, pero se sabe que ofrece otras formas de apoyo, como el intercambio de inteligencia y la coordinación de la seguridad.
Pero lo que realmente le viene mejor a Washington, en estos momentos, es culpar a Rusia en la medida de lo posible de todos los males de Libia. Además, Libia es un importante productor regional de petróleo y está estratégicamente situada en el norte de África, en la costa sur del Mediterráneo.
A Washington también le gustaría mucho que Moscú fuera expulsado, no sólo de Libia, sino de todo el continente africano y del Mediterráneo oriental. Esto explica, en parte, por qué Libia se ha convertido en un país importante para Washington en su presión contra Moscú. El renovado interés de Washington por Libia se ha manifestado recientemente en la visita de al menos dos altos funcionarios al país norteafricano.
A principios de este año, William Burns, director de la Agencia Central de Inteligencia, visitó Libia y se reunió con el primer ministro, Dbeibeh, y el general Haftar en la región oriental. El mes pasado, Barbara Leaf, Subsecretaria de Estado para Asuntos de Oriente Próximo, también se reunió con Haftar y Dbeibeh en Bengasi y Trípoli, respectivamente. El embajador y enviado especial de Estados Unidos en Libia, Richard Norland, ha sido uno de los diplomáticos extranjeros más activos en el país. En todas estas reuniones, Wagner y la presencia rusa en Libia y más allá, en toda África, han sido puntos de debate. Estas discusiones se intensificaron tras la guerra de Ucrania.
En cualquier caso, el nuevo documento estadounidense promete ayudar a Libia a alcanzar cuatro objetivos principales descritos como "guía" de todo "compromiso de desarrollo y seguridad". Son los siguientes: avanzar en la transición hacia un sistema estable y democrático; mejorar la integración de la "marginada" región meridional; un ejército unificado y controlado por civiles y fomentar un crecimiento económico sostenible que luche contra la corrupción y gestione mejor los ingresos. Cuando se trata de documentos políticos y planes a largo plazo, esto es exactamente lo que Libia realmente necesita. Sin embargo, la sinceridad de Washington al respecto es otra historia.
Curiosamente, el plan estadounidense de una década de duración prevé ayudar a la nueva Libia a través de las organizaciones civiles de base del país que surgen como setas alrededor de Libia casi todos los días después de la intervención militar de la OTAN de 2011. Washington también señala el importante papel desempeñado por dichas organizaciones en la región meridional de Libia.
Sin embargo, las organizaciones de la sociedad civil en Libia no operan libremente y su propia existencia es cuestionable, dada la inestable base legal sobre la que se asientan. El pasado mes de febrero, el máximo órgano judicial libio, el Consejo Judicial Supremo, anunció que todas las organizaciones civiles libias y extranjeras que operan en Libia son ilegales y deben reestructurarse de acuerdo con la ley de 2001. Además, la mayoría de las organizaciones civiles del país son demasiado débiles y gozan de muy poca credibilidad entre los libios de a pie. La mayoría de la gente cuestiona la financiación de dichas organizaciones y, en primer lugar, por qué existen.
Peor aún, la máxima administración de las organizaciones civiles libias, responsable de establecer las normas para el activismo de la sociedad civil, está, ella misma, dividida y es débil. No está claro cómo una escena tan caótica puede dar lugar a un motor para la nueva estrategia estadounidense en Libia. Libia carece del tipo de organizaciones civiles eficaces, creíbles y transparentes, y los últimos 12 años de caos tampoco ayudaron.
A Estados Unidos, sin duda, le gustaría ver una Libia estable y segura como potencial aliado frente a Rusia y, tal vez, también frente a China. Sin embargo, tener las palabras adecuadas, las frases clave y las frases bonitas puestas en un documento no es suficiente ni convincente para el desconfiado pueblo libio.
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