Al ordenar un brutal ataque contra fieles palestinos en el interior de la mezquita de Al Aqsa el día 14 del mes sagrado musulmán del Ramadán, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, sabía muy bien que los palestinos tomarían represalias. El motivo de Netanyahu debería ser obvio. Quería desviar la atención de las protestas masivas que han sacudido Israel desde enero y dividido a la sociedad israelí en líneas ideológicas y políticas como nunca antes se había visto.
Reacio a renunciar a su decisiva victoria electoral, ganada con tanto esfuerzo, y a un gobierno de coalición totalmente de derechas, a la vez que temía que grandes concesiones a sus rivales políticos pudieran suponer la disolución de su coalición, Netanyahu puso su punto de mira en la mezquita de Al Aqsa.
La historia ha demostrado que los ataques israelíes contra lugares santos palestinos tienen garantizada una respuesta palestina. Para Netanyahu y su ministro de Seguridad Nacional, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, el precio de las represalias palestinas valía la pena por los beneficios políticos que supondría unir a israelíes de todas las tendencias políticas en torno a ellos. Ben-Gvir, en particular, sabía que un ataque contra Al-Aqsa tranquilizaría a su electorado religioso de extrema derecha sobre su compromiso de imponer la plena soberanía judía israelí sobre los lugares santos palestinos musulmanes y cristianos de la ciudad ocupada de Jerusalén.
Sin embargo, lo que Netanyahu y sus aliados quizá no previeron fue la intensidad de la respuesta palestina. Se dispararon cientos de cohetes hacia el norte y el sur de Israel. No sólo procedían de la asediada Franja de Gaza, sino, lo que es aún más importante desde el punto de vista estratégico, también del sur del Líbano.
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Aunque se registraron algunos daños, la respuesta de los cohetes supuso un cambio político. Era la primera vez en años que combatientes de dos países árabes coordinaban sus represalias contra Israel y contraatacaban simultáneamente.
Será difícil para Netanyahu reclamar cualquier tipo de victoria después de esto, a menos que lleve a su país a una gran guerra en dos frentes; tres, si tenemos en cuenta el aumento de la resistencia armada en la Cisjordania palestina ocupada por Israel.
Sin embargo, incluso una gran guerra podría ser contraproducente. Durante el ataque de Israel contra Gaza en 2014, el Estado ocupante tuvo dificultades para mantener un único frente militar, ya que la guerra duró 51 días, lo que provocó una crisis de armas y municiones israelíes. Si no hubiera sido por la decisión de la administración de Barack Obama de enviar suministros de municiones a Israel para reponer su agotado arsenal, Israel podría haberse encontrado en una dificultad sin precedentes
Sin embargo, Estados Unidos ya no puede desempeñar el papel de proveedor de armas de emergencia, al menos por ahora, debido a su propia escasez de municiones derivada de la guerra de Ucrania. Por ello, Israel se cuidó de limitar su respuesta a los cohetes palestinos y libaneses. Este episodio resultará decisivo, ya que dará poder a los enemigos regionales de Israel y, en lugar de aumentar la credibilidad de Netanyahu dentro de su propio bando derechista, tiene el potencial de socavarla.
¿Cómo ha podido el líder político más experimentado de Israel cometer un error estratégico tan evidente? Aparte de tomar la desesperada decisión de atacar Al-Aqsa -probablemente bajo la presión de Ben-Gvir y del también ultraderechista Bezalel Smotrich-, Netanyahu no es diferente de otros líderes israelíes a la hora de calcular mal la importancia del componente espiritual de la lucha palestina y cómo se vincula a la solidaridad árabe y musulmana con Palestina.
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Aunque lo que está ocurriendo en Palestina no es una guerra religiosa, algunos funcionarios y partidos políticos israelíes están deseosos de que se produzca una. Aunque las advertencias contra las "guerras religiosas" en Palestina -de hecho, en toda la región- se han vinculado sobre todo al actual "gobierno más derechista de la historia" de Israel, los discursos religiosos han sido los más dominantes desde el desarrollo de la ideología fundacional de Israel, el sionismo, a finales del siglo XIX.
Paradójicamente, a pesar de que históricamente el sionismo se ha situado en un contexto religioso, los fundadores del movimiento eran en su mayoría ateos. Utilizaron la religión como herramienta política para unificar a los judíos de todo el mundo en torno a su nueva ideología y para idealizar en la mente de sus seguidores lo que es esencialmente un movimiento violento de colonos-colonizadores.
Sin embargo, a lo largo de los años, el centro de poder dentro del movimiento sionista ha pasado del sionismo liberal al revisionismo sionista, y luego, en los últimos veinte años aproximadamente, al sionismo religioso. Para la actual generación de dirigentes sionistas israelíes, la religión no es una herramienta política, sino un objetivo. Ésta es precisamente la razón por la que, mientras los palestinos y palestinas eran atacados tan ferozmente en el interior de la más sagrada de todas las mezquitas del país, los judíos israelíes intentaban entrar en el santuario musulmán para sacrificar animales como parte de la tradición de la Pascua judía. Aunque no muchos de ellos lo han conseguido, los acontecimientos sugieren que se está gestando un nuevo tipo de conflicto.
Históricamente, Israel ha atacado lugares musulmanes y cristianos para adquirir capital político. El fallecido primer ministro israelí Ariel Sharon hizo precisamente eso cuando realizó una provocadora "visita" al Noble Santuario de Al-Aqsa con cientos de soldados en septiembre de 2000, y cuando el ejército israelí destruyó por completo o dañó gravemente 203 mezquitas durante su llamada "Operación Borde Protector" contra Gaza en 2014.
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También se han atacado y confiscado lugares cristianos. Los ataques de Israel contra los cristianos palestinos han llevado a líderes comunitarios como el arzobispo Atallah Hanna a advertir sobre "una conspiración sin precedentes contra la existencia cristiana" en Tierra Santa.
El ataque a los símbolos religiosos palestinos no se limita a los Territorios Palestinos Ocupados, sino que se extiende por toda la Palestina histórica, incluido el actual Israel. Por ejemplo, la mezquita de Al-Ahmar de Safad, una maravilla arquitectónica del siglo XIII, fue convertida por las autoridades israelíes en un club nocturno. Un estudio publicado por el Alto Comité de Seguimiento para los Ciudadanos Árabes en Israel reveló en julio de 2020 que decenas de mezquitas han sido convertidas en sinagogas, graneros, bares o restaurantes por el Estado de ocupación.
El ataque de Israel contra la identidad árabe y musulmana de Palestina se está acelerando ahora bajo el liderazgo de Netanyahu, pero esta estrategia es un arma de doble filo, como hemos visto en los últimos días. En el vídeo que se hizo viral de soldados israelíes golpeando a fieles musulmanes en Al-Aqsa, se oían las angustiosas súplicas de una mujer palestina que gemía de dolor mientras gritaba "Oh Alá, Oh Alá" repetidamente. Los principales medios de comunicación palestinos y las redes sociales han publicado comentarios en los que se afirma que la respuesta de los grupos de resistencia palestinos fue específicamente en respuesta a las súplicas de la mujer no identificada. Este es el poder de la espiritualidad; tiene el tipo de lógica que Netanyahu y sus aliados no pueden entender.
El 3 de abril, el rey Abdullah de Jordania subrayó con razón que "es deber de todo musulmán disuadir las escaladas israelíes contra los lugares santos islámicos y cristianos de Jerusalén". En su búsqueda de la guerra religiosa, Israel está uniendo a árabes y musulmanes en torno a Palestina.
Cuando esto ocurra, en lugar de aislar y amedrentar a los palestinos, será Israel quien se encuentre aún más aislado. Los palestinos no se ven a sí mismos luchando en una guerra religiosa, pero la protección de sus símbolos religiosos está en el centro de su lucha por la libertad, la justicia y la igualdad.
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