En la decimocuarta noche de Taraweeh, miles de fieles palestinos se postraron al unísono en dirección a la Ciudad Santa de La Meca, bajo la mezquita de Al-Qibli, con cúpula de plata, en Al-Aqsa, situada en la amurallada Ciudad Vieja de Jerusalén.
Cientos de fieles ancianos estaban escondidos en los rincones de los antiguos muros de piedra caliza, recluidos para las oraciones del Ramadán, susurrando versículos del Corán, cuando el ruido sordo y los disparos de armamento pesado irrumpieron en la mezquita trayendo una destrucción inminente.
De repente, masas de fuerzas de ocupación israelíes fuertemente armadas irrumpieron en la sala de oración, golpeando y pateando las cabezas de los palestinos con porras y las culatas de sus armas, hiriendo a muchos, antes de detener a cientos.
Se rompieron ventanas con explosivos y se tiraron ejemplares del Corán por el suelo mientras se incendiaban partes de la sala de oración.
Mujeres, niños y ancianos se encontraron con la espalda pegada a las paredes pidiendo a gritos que cesaran los asaltos. Sin embargo, los soldados de ocupación israelíes golpearon repetidamente a hombres palestinos que yacían boca abajo en el suelo. Las escenas eran insoportables, pero aún más espantosos eran los gritos desgarradores.
No se trata ni mucho menos de un incidente aislado. Ataques como éste durante el mes sagrado por parte de las fuerzas de ocupación israelíes son cada vez más graves y numerosos.
El año pasado, cientos de fieles palestinos resultaron heridos en incursiones israelíes contra la mezquita de Al Aqsa, el tercer lugar más sagrado del Islam, mientras las fuerzas de ocupación asediaban a los jóvenes en el interior de la mezquita y les disparaban balas de metal recubiertas de goma y botes de gas lacrimógeno.
Más de 300 personas fueron detenidas y al menos 170 resultaron heridas cuando las fuerzas israelíes lanzaron incursiones en el recinto, y soldados de ocupación fuertemente armados sacaron por la fuerza a fieles musulmanes de la mezquita Qibli, dentro del recinto de Al Aqsa.
A continuación, los colonos israelíes irrumpían en Al Aqsa desde la Puerta de los Magrebíes en grupos protegidos por las fuerzas de ocupación para celebrar rituales talmúdicos en el lado oriental, frente a la Cúpula de la Roca.
El lugar también fue escenario de violencia contra fieles palestinos durante el mes sagrado islámico del Ramadán, en mayo de 2021, cuando las fuerzas israelíes irrumpieron en el recinto disparando gases lacrimógenos, balas de acero recubiertas de goma y granadas aturdidoras que hirieron a centenares de personas. Otras violaciones incluyeron el corte de los cables de los altavoces que se hacían eco de las llamadas a la oración de los fieles desde cuatro minaretes.
Los ataques e insultos diarios contra Al-Aqsa desencadenaron una reacción en cadena que desembocó en la ofensiva israelí de 11 días contra Gaza en mayo de 2021, durante la cual murieron 253 palestinos, entre ellos 66 niños.
Como consecuencia de la escalada anual de ataques durante este periodo, el Ramadán se ha convertido en un mes sinónimo de repunte de las tensiones y aumento de la violencia. Los palestinos que fueron detenidos en el recinto el pasado miércoles por la noche y posteriormente liberados dijeron que los soldados utilizaron porras, sillas, rifles y cualquier otra cosa que pudieran encontrar para golpearles, incluidas mujeres y niños.
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La culpa del aumento de las tensiones y la violencia recae sobre los hombros manchados de sangre de Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional israelí de extrema derecha, que insistió en que los israelíes "deben" asaltar la mezquita, pocos días antes del ataque.
Durante una entrevista con el Canal 12 dijo: "Los judíos deben subir al Monte del Templo. El Monte del Templo no es sólo para los árabes. Es el lugar más importante para el Estado de Israel".
Sus provocadoras declaraciones se produjeron pocas horas después de que el Dr. Mohammad Al-Osaibi, de 26 años, muriera tras recibir al menos diez disparos en la entrada de la mezquita de Al-Aqsa por parte de soldados de ocupación israelíes.
Mientras tanto, grupos de colonos israelíes de extrema derecha habían hecho un llamamiento para asaltar la mezquita de Al Aqsa coincidiendo con el comienzo de la festividad judía de la Pascua, que se prolongará hasta el 12 de abril. Como consecuencia, se limitó el acceso a los fieles musulmanes y sólo se permitió el acceso a la mezquita a los hombres mayores de 45 años.
También se establecieron puestos de control militares y aumentó la presencia del ejército en la ciudad ocupada. Se cerraron los pasos fronterizos de entrada y salida de la asediada Franja de Gaza.
Todas estas acciones abusivas y opresivas contra los palestinos se alegan como imperativas para "asegurar las celebraciones de los colonos".
Está claro que en el núcleo de la ocupación y de la campaña anual orquestada contra los fieles musulmanes, está la deshumanización de los palestinos, condenados a ser el objetivo natural y la víctima de estas medidas.
Al permitir las violaciones de la santidad de la mezquita de Al Aqsa, día tras día, el Estado de apartheid también pretende obligar a los palestinos a aceptar los intentos de Israel de establecer el control sobre el lugar sagrado islámico y de imponer sus planes de judaización, un oscuro destino hacia el que los eruditos han advertido repetidamente que Israel está trabajando.
A pesar de las amenazas a sus vidas y de los atentados contra ellos, decenas de miles de fieles musulmanes siguen acudiendo a la mezquita de Al-Aqsa para mantener su seguridad y santidad. Mientras Israel intenta acosarlos para mantenerlos a raya, ellos se levantan una y otra vez para demostrar lo arraigados que están sus vínculos con Al-Aqsa y Jerusalén.
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