Los ataques de las fuerzas de ocupación israelíes contra fieles de la mezquita de Al Aqsa provocaron una serie de acontecimientos. Estos ataques provocaron el lanzamiento de cohetes desde la Franja de Gaza hacia Israel y se llevaron a cabo varias operaciones de comandos en Cisjordania, pero el colmo de las acciones fue el lanzamiento de decenas de cohetes desde el sur de Líbano, seguido de la agresión de la ocupación israelí a Gaza y Líbano.
Estos acontecimientos supusieron una triple sorpresa para Israel. La primera fue el momento, ya que Israel esperaba el lanzamiento de cohetes desde Gaza en respuesta a las incursiones de Al-Aqsa, pero en lugar de ello se sorprendió al ver que el sur de Líbano disparaba ráfagas de cohetes contra el norte de Israel. La segunda fue la cantidad; Israel no había previsto ser alcanzado por decenas de misiles como ocurrió en la guerra de 2006. La tercera sorpresa fue la causa de los cohetes, que llegaron en respuesta a los atentados de Al-Aqsa, como queriendo decir que Al-Aqsa no sólo concierne a los palestinos de los territorios ocupados, sino también a los de fuera de Palestina.
No es fácil separar los sangrientos sucesos y crímenes que tuvieron lugar en la mezquita de Al-Aqsa a la vista de todo el mundo, de las diversas tensiones de seguridad que rodean los frentes israelíes desde todos los frentes, ya sean internos o externos. Israel ha sido testigo de varios acontecimientos: Crímenes israelíes en la mezquita de Al-Aqsa y disparos y ataques armados contra objetivos israelíes. Estos hechos no pueden considerarse meras coincidencias, especialmente durante los delicados días del mes sagrado del Ramadán.
Lo que es más complejo, según los israelíes, es que todos los actores regionales parecen estar atravesando un intenso conflicto, en preparación para las nuevas reglas del juego, que podría prolongarse durante años y desembocar en una escalada regional multifacética. Se trata de un enorme peligro para la seguridad al que pueden estar expuestos el primer ministro israelí y su ministro de Guerra, razón por la cual Benjamin Netanyahu decidió mantener a su ministro de Defensa después de haber tomado la precipitada decisión de despedirlo.
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Los servicios de seguridad israelíes, que siempre se han jactado de sus sistemas de inteligencia y de cómo pueden contar cuántas respiraciones toman los palestinos, se sorprendieron al ver que, a plena luz del día y sin previo aviso, fueron alcanzados por misiles procedentes del sur del Líbano, lo que se considera un fallo inequívoco.
El estrecho seguimiento de los informes militares y de seguridad israelíes mostró que existe una inclinación a hacer pagar a Gaza y Líbano el precio del fracaso del ejército israelí, pero que hay un deseo israelí de evitar una confrontación no deseada con Hezbolá. Los israelíes estiman que Gaza no va a ser fácil, pero puede resultar menos gravosa y menos implicada regionalmente que Líbano.
Sin embargo, es evidente que el ejército israelí ha metido la pata. Ahora mismo, el ejército israelí se enfrenta a un dilema: ¿cómo evitar una escalada durante las vacaciones israelíes?
La última ronda de agresión israelí contra Gaza ha terminado. El bombardeo no fue tan feroz como habían anunciado, lo que significa que los israelíes o bien exageraron deliberadamente la respuesta prevista para poder librar una guerra psicológica contra los palestinos, o bien que las decisiones políticas y militares israelíes no prefieren librar una gran respuesta, por miedo a la reacción de la resistencia.
Esto significa que esta respuesta inicial es sólo el principio, y que Israel sigue esperando una oportunidad adecuada, quizá después de las fiestas judías. El escenario libanés, que acogió el acontecimiento original, consumió mucho tiempo de los responsables israelíes, pero no se tomó ninguna decisión importante en su contra, quizá por el momento elegido, o por las complicaciones regionales. Sí hubo bombardeos en algunas zonas, sobre todo en los campos de refugiados palestinos
Los israelíes creen que lo ocurrido es el resultado de la debilidad del gobierno, que llevó a la destrucción de la seguridad y la disuasión militar.
La oposición destacó que había advertido de que las políticas del gobierno de Netanyahu conducirían a una amenaza para la seguridad del Estado. Esto, dijeron, confirma que Netanyahu personalmente es una amenaza para la seguridad israelí, hoy más que nunca.
Los israelíes admiten que nunca antes habían presenciado una situación como ésta, en la que Israel se derrumba por dentro y queda aislado del exterior. En última instancia, esto ha llevado al debilitamiento de la disuasión israelí y esta debilidad ha animado a los enemigos de Israel a tomar medidas coordinadas y planificadas contra él. Los israelíes afirman que el lanzamiento de los cohetes desde varios frentes fue el resultado de una coordinación total entre las distintas organizaciones armadas.
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Se trata de un caso sin precedentes de deterioro de la seguridad israelí y de agotamiento de sus fuerzas dentro de los territorios palestinos ocupados, así como en las zonas exteriores. Mientras tanto, el frente interno asiste a una polarización que puede dar a la resistencia la oportunidad de intensificar sus ataques en diversas regiones y en más de un frente. En definitiva, la ocupación israelí no es una superpotencia, pero está sometida a amenazas y presiones. Es cierto que posee un poder militar letal, pero toda fuerza tiene sus propios límites.
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