El sábado 15 de abril, los habitantes de Sudán se despertaron sobresaltados por el estruendo de disparos y explosiones que resonaron en varias partes del país. Los enfrentamientos, de gran intensidad, enfrentaban a los dos componentes militares más poderosos de Sudán: el ejército sudanés y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), un cuerpo paramilitar de gran influencia.
Entre los líderes de estos dos grupos militares se encuentran el general Abdel Fattah Al-Burhan, jefe del ejército y presidente de facto de Sudán, y su adjunto, el general Mohamed Hamdan Dagalo, también conocido como Hemedti, quien lidera las RSF.
Dos Fuerzas Armadas
Desde la independencia de Sudán en 1956, el ejército ha sido una fuerza dominante en el país, cuyo poder se sustenta en su control de lucrativas participaciones en diversos sectores económicos, desde la agricultura hasta el comercio.
Por su parte, las Fuerzas de Apoyo Rápido (FPR) surgieron en 2013 como una poderosa milicia de contrainsurgencia en la región de Darfur, en sustitución de la infame milicia Janjaweed. Desde entonces, ha sido acusada de numerosos abusos contra los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Bajo el liderazgo de Hemedti, la RSF ha logrado ser reconocida por el ex presidente sudanés Omar Al-Bashir como una fuerza militar, lo que le ha permitido acumular un gran poder e influencia.
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Lucha por el poder
En 2019, un levantamiento popular llevó a la destitución del presidente sudanés Omar Al-Bashir, que había gobernado durante casi 30 años. En su lugar, un Consejo Militar de Transición (CMT), liderado por el general Abdel Fattah Al-Burhan y con el general Mohamed Hamdan Dagalo (Hemedti) como adjunto, tomó el control del país. Desde entonces, ha habido una lucha de poder por la transición hacia un gobierno civil.
A pesar de las protestas masivas a favor de la democracia y el gobierno civil, que fueron respondidas con una violenta represión, se firmó en agosto de 2019 un acuerdo para compartir el poder y se estableció un gobierno de transición conjunto de militares y civiles.
No obstante, en octubre de 2021, el ejército y las RSF llevaron a cabo un golpe de Estado que devolvió el poder a los militares y puso fin al gobierno de transición. Este hecho provocó una nueva ola de protestas y condenas internacionales.
En Sudán, las tensiones entre las facciones militar y civil han aumentado debido a la mala gestión económica y la falta de seguridad. En este contexto, se produjo un golpe y Al-Burhan se convirtió en el líder del consejo de gobierno, con Hemedti como adjunto. Desde entonces, la lucha de poder entre civiles y militares ha continuado.El pueblo sudanés ha salido a la calle para protestar contra el gobierno militar y exigir una transición a un gobierno civil y elecciones democráticas. En diciembre de 2022, se firmó un Acuerdo Marco Político entre líderes civiles y militares, que fue visto como un primer paso hacia un acuerdo político definitivo. Sin embargo, las conversaciones para ultimar los detalles han fracasado, especialmente en lo que respecta a las reformas militares y de seguridad.
Los desacuerdos entre Al-Burhan y Hemedti se han intensificado en torno a la integración de la RSF en el ejército regular. La RSF es una fuerza poderosa compuesta por 100.000 efectivos, que opera bajo una ley especial y tiene su propia cadena de mando. Los civiles exigen supervisar a los militares, lo que ha generado conflictos entre las facciones.
La firma del acuerdo político definitivo estaba prevista para el 1 de abril, pero se pospuso debido a los enfrentamientos entre el ejército y la RSF. Ambos bandos luchan por el control y la supremacía, lo que amenaza con hacer descarrilar el proceso de transición a un gobierno civil. El futuro político del país es incierto y está en riesgo.
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