El término "apartheid" ha pasado rápidamente de los márgenes del debate israelo-palestino a su centro, como se ha evidenciado este fin de semana en la prestigiosa revista estadounidense Foreign Affairs, considerada una de las revistas de política exterior más influyentes en el pensamiento de Washington. En su artículo "Israel's One-State Reality", los autores Michael Barnett, Nathan Brown, Marc Lynch y Shibley Telhami describen cómo Israel ha llegado al punto en que practica el apartheid, y afirman que lo que antes era "indecible" ahora es "innegable". Entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, un Estado controla la entrada y salida de personas y mercancías, supervisa la seguridad y tiene capacidad para imponer sus decisiones, leyes y políticas a millones de personas sin su consentimiento. Israel, según los autores, "se ha encerrado en un sistema de supremacía judía, en el que los no judíos están estructuralmente discriminados o excluidos en un esquema escalonado". Es revelador que afirmen que esta realidad ha sido "obvia" para cualquiera que haya prestado atención. Por diversas razones, Washington y los partidarios de Israel han preferido ignorar esta realidad y calumniar de antisemita a cualquiera que señale la verdad del sistema de apartheid de Israel. "Hasta hace poco, la realidad de un solo Estado rara vez era reconocida por los actores importantes, y quienes decían la verdad en voz alta eran ignorados o castigados por hacerlo", señala el artículo. "Sin embargo, con notable rapidez, lo indecible se ha convertido en sabiduría convencional".
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El debate sobre la práctica del apartheid por parte de Israel ha sido seguido de cerca por muchos, y los autores del artículo en Foreign Affairs presentan varios puntos clave que son bien conocidos. Desde 2021, importantes organizaciones de derechos humanos, como Human Rights Watch, Amnistía Internacional y B'Tselem, han utilizado el término "apartheid" para describir la situación en Israel. Además, según una encuesta reciente entre académicos centrados en Oriente Medio que son miembros de tres grandes asociaciones académicas, el 65% de los encuestados describió la situación en Israel y los Territorios Palestinos como una "realidad de un solo Estado con una desigualdad similar al apartheid".
Sin embargo, el artículo es único en su énfasis en la responsabilidad de Washington y otras potencias extranjeras en permitir la creación de un régimen de apartheid en Israel. Los autores argumentan que los principales aliados de Israel son culpables de "pensamiento mágico". Durante décadas, Estados Unidos ha defendido su apoyo a Israel basándose en ilusiones, creyendo que Israel comparte los mismos valores que Occidente. Sin embargo, "Estados Unidos no tiene 'valores compartidos' y no debería tener 'lazos inquebrantables' con un Estado que discrimina o abusa de millones de sus residentes en función de su etnia y religión". Los autores sugieren que es difícil reconciliar un compromiso con el liberalismo con el apoyo a un Estado que ofrece los beneficios de la democracia solo a los judíos, mientras niega explícitamente a la mayoría de sus habitantes no judíos.
Aunque algunos culpan al Primer Ministro Benjamín Netanyahu por el giro de Israel hacia el apartheid, los autores argumentan que la realidad actual tiene sólidos fundamentos en el pensamiento y la práctica sionistas. Esta posición comenzó a ganar adeptos poco después de que Israel ocupara los Territorios Palestinos en 1967 y, aunque todavía no es una "visión hegemónica", se puede describir plausiblemente como mayoritaria en la sociedad israelí. Merece la pena tener en cuenta que Netanyahu, el Primer Ministro israelí que más tiempo ha estado en el cargo, ha escrito que "Israel no es un Estado de todos sus ciudadanos", sino "del pueblo judío, y sólo de él". Además, el líder del Likud ha sido acusado de borrar a los palestinos y su historia, un hecho que miembros de su actual coalición respaldan abiertamente.
Se insta a los defensores de Israel que rechazan la realidad de un solo Estado a que reconsideren su postura y reconozcan el apartheid que se está llevando a cabo en Palestina. Muchos aliados de Israel suelen distinguir entre los Territorios Ocupados y el territorio de Israel propiamente dicho, y creen que la soberanía de Israel se limita al territorio que controlaba antes de 1967. Sin embargo, los autores argumentan que la soberanía y el control del territorio son dos conceptos diferentes: el Estado se define por lo que controla, mientras que la soberanía depende del reconocimiento de otros Estados.
En este sentido, Israel controla cada centímetro de Palestina y utiliza su poder para mantener un bloqueo draconiano de Gaza y controlar Cisjordania mediante un sistema de puestos de control, vigilancia policial y asentamientos en expansión constante. Aunque Israel puede ser considerado una democracia para sus ciudadanos, millones de residentes en Palestina no tienen voz ni voto en las decisiones que les afectan.
La postura tradicional árabe era que la normalización de las relaciones con Israel se ofrecería a cambio de la retirada completa de los Territorios Ocupados. Sin embargo, los Acuerdos de Abraham han normalizado las relaciones con Israel sin hacer nada por la resolución de la cuestión palestina. Esto ha permitido a Israel seguir expandiendo sus prácticas coloniales de asentamiento y afianzar aún más el sistema de apartheid. En definitiva, la desvinculación de la normalización árabe de la cuestión palestina ha contribuido en gran medida a la consolidación de un solo Estado en Palestina, con todas las implicaciones que ello conlleva.
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En una advertencia dirigida a los regímenes autoritarios de Oriente Medio, los autores enfatizan la importancia de la cuestión palestina en la opinión pública árabe. Aunque a los gobernantes árabes puede que no les preocupe la situación de los palestinos, su pueblo sí lo hace, y estos gobernantes solo buscan mantenerse en el poder. Abandonar a los palestinos después de más de medio siglo de apoyo, aunque sea solo retórico, pondría en riesgo la autoridad de estos líderes. Los autores argumentan que los líderes árabes no temen perder elecciones, pero recuerdan muy bien las revueltas árabes de 2011, por lo que abandonar la causa palestina podría desencadenar una revuelta popular.
Los responsables políticos y analistas que no tengan en cuenta la realidad de un Estado único corren el riesgo de fracasar y ser irrelevantes, limitándose a proporcionar una cortina de humo para afianzar el statu quo. Antes de enumerar las medidas prácticas que deben adoptarse, los autores instan a tomar medidas "radicales" para poner fin a la profunda complicidad de Washington en la creación de la realidad de un solo Estado. Esto incluye imponer sanciones a Israel y, sobre todo, considerar la respuesta de Occidente a la invasión rusa de Ucrania como un modelo para defender el derecho internacional y el sistema basado en normas que se supone que defiende.
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