El grupo de líderes mundiales del G7 tiene la vista puesta en la guerra entre Rusia y Ucrania. En las últimas semanas, se ha especulado con una gran contraofensiva ucraniana, reflejada en las conversaciones sobre el suministro a Ucrania de aviones de combate F-16. Este desarrollo se produjo después de que también se suministraran tanques alemanes Leopard-2 al ejército ucraniano. El principal objetivo de estos pasos graduales es impedir el avance de Rusia. La ausencia de un vencedor claro en esta guerra ha situado a Estados Unidos como principal beneficiario, ya que degrada considerablemente las capacidades de una gran potencia sin que Washington tenga que desplegar tropas sobre el terreno.
Los líderes de las mayores economías del mundo crearon la plataforma del G8 en la década de 1970 para debatir políticas económicas y coordinar sus esfuerzos. Desde las cuestiones de seguridad hasta el cambio climático y los derechos humanos, el propósito del G8 evolucionó, adquiriendo cada vez más importancia para los actores estatales que se ocupan de asuntos globales. Rusia fue miembro del G8 desde 1998 hasta 2014. La anexión de Crimea por parte de Moscú, así como su implicación en el apoyo a los separatistas del este de Ucrania, provocaron su exclusión, por lo que el grupo se convirtió en el G7.
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Tras expulsar a Rusia, se produjo un cambio significativo en la dinámica del grupo. Al fin y al cabo, la intromisión no democrática de Moscú en todo el mundo se consideraba incompatible con los principios básicos promovidos por los miembros del G7, entre los que se incluyen ideales como el respeto del derecho internacional, combinado con los valores democráticos y la defensa de los derechos humanos.
La celebración de la cumbre del G7 de este año en Hiroshima tuvo un gran simbolismo, ya que el mundo se enfrenta a otra amenaza de guerra nuclear. Más de 200.000 civiles murieron cuando Estados Unidos lanzó bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Este sigue siendo el único uso de armas nucleares en un conflicto, y reveló la innegable verdad de que crean una tragedia humana inaceptable; Hiroshima y Nagasaki están grabadas para siempre en una página negra de la historia de la humanidad.
El fracaso de Rusia en su intento de hacerse con el control del territorio ucraniano, junto con la ayuda recibida por Ucrania de los miembros de la UE y la OTAN, ha llevado a Moscú a subir la apuesta y amenazar con el uso de armas nucleares. Las declaraciones del Presidente Vladímir Putin y del ex Primer Ministro Dmitri Medvédev amenazando con recurrir a este tipo de armas han desatado nuevos temores de guerra nuclear.
Según su doctrina nuclear, Rusia se reserva el derecho a desplegar armas nucleares ante una agresión con armamento convencional que amenace su integridad territorial. Sin embargo, cada vez preocupa más la posibilidad de que Putin, que lleva casi un cuarto de siglo en el poder en Rusia, no respete escrupulosamente esta doctrina. El valor de las declaraciones doctrinales puede despreciarse fácilmente cuando el régimen experimenta tensiones importantes.
Además, la controvertida toma de Crimea y cuatro regiones del este de Ucrania por parte de Rusia plantea interrogantes sobre la postura de Moscú respecto a la preservación de la integridad del Estado y la definición de sus fronteras. Rusia reclama la propiedad de los territorios ucranianos tras un referéndum celebrado en las cuatro regiones, que muchos países reconocen como ilegal.
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Sin embargo, el ejército ucraniano ha recuperado una parte significativa de la región de Kherson de manos de las tropas rusas, aunque es una de las cuatro regiones reconocidas por el Kremlin como territorio ruso. Desde la perspectiva rusa, esto se considera un ataque a "tierras rusas".
La volátil situación plantea retos al Kremlin ahora que Ucrania está dando pasos para recuperar sus territorios ocupados por Rusia. Para disuadir el apoyo occidental a Ucrania e impedir cualquier avance futuro, el Kremlin ha expresado su disposición a utilizar armas nucleares si fuera necesario.
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, asistió a la cumbre del G7 en Hiroshima. Durante la cumbre, los líderes compartieron un mensaje común de apoyo a Ucrania. Las declaraciones de victoria realizadas tras las prolongadas operaciones rusas para hacerse con el control total de Bajmut no ensombrecieron el desarrollo de la cumbre.
Estados Unidos dio un paso atrás en su negativa a suministrar armas de alta tecnología a Ucrania y dio luz verde al suministro de aviones de combate F-16, desvelando un nuevo paquete de ayuda militar de 375 millones de dólares. El presupuesto de defensa de Rusia para 2023 asciende a unos 84.000 millones de dólares, un 40% más que antes de la guerra, lo que supone una carga adicional para la economía rusa, ya paralizada por las sanciones económicas.
La declaración posterior a la cumbre dejó claro que los líderes del G7 seguirían ayudando a Ucrania y esforzándose por aislar aún más a Rusia.
La amenaza nuclear es ominosa, no sólo para Ucrania, sino también para el resto del mundo. Si Rusia lanzara un ataque nuclear contra Ucrania, no hay garantías sobre cómo responderán Estados Unidos y la OTAN. No se trata sólo de Rusia y Ucrania. Otros Estados disponen de armas similares y podrían complicar la situación. No hay ganadores claros en un escenario así; sólo la pérdida de nuestra humanidad compartida.
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