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BRI: presagio de paz y prosperidad en Oriente Medio

El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman (i), saluda al jefe del régimen sirio, Bashar Al Assad (d), antes de la 32ª Cumbre de la Liga Árabe en Yeda, Arabia Saudí, el 19 de mayo de 2023 [Corte Real de Arabia Saudí/Anadolu Agency].

El 19 de mayo de 2023, el presidente sirio Bashar Al-Assad asistió a la Cumbre de la Liga Árabe por primera vez en más de una década. La reincorporación de Siria al redil árabe forma parte de un proceso de normalización regional más amplio, propiciado por la mediación china el 10 de marzo de 2023 entre Arabia Saudí e Irán, donde ambas partes acordaron reanudar relaciones diplomáticas; es un secreto a voces que su enemistad ha sido durante mucho tiempo la piedra angular de las luchas en Oriente Próximo.

Desde entonces, como parte del acercamiento regional, se han producido visitas entre las altas esferas de varios países con sus homólogos sirios; esto incluye, la visita del presidente Raisi a Damasco, la reunión del ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí, el príncipe Faisal bin Farhan, con el presidente Assad, así como el viaje del ministro de Asuntos Exteriores sirio, Faisal Mekdad, a Egipto después de más de una década.

En retrospectiva, el hilo que une a estos países es China, cuya base es su megaproyecto de un billón de dólares, la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), que se inició hace exactamente diez años, en 2013. La BRI se basa en mejorar la conectividad y promover la cooperación económica entre los países participantes. La iniciativa consta de dos componentes principales: una ruta terrestre y una ruta marítima. Hasta la fecha, la BRI es el ejemplo más concreto de la implementación china de la Cooperación Sur-Sur (CSS), que se basa en el principio de solidaridad, beneficio mutuo y objetivos de desarrollo compartidos entre los países socios. Los principios centrales de la CSS son la interdependencia económica, la autosuficiencia y el beneficio mutuo, todo ello postulado sobre la igualdad y el respeto mutuo de la integridad territorial y la soberanía nacional.

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La inversión, las infraestructuras y la tecnología chinas, así como las organizaciones multilaterales creadas por Pekín, se han convertido en un componente cada vez más vital de las estrategias de diversificación económica y política de numerosos Estados árabes. Algunos ejemplos son el puerto Khalifa de EAU, el estadio Lusail de Qatar y el ferrocarril de alta velocidad Haramain en Arabia Saudí. Esto también ayuda a explicar por qué los EAU, Bahréin y Kuwait han solicitado entrar en la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) como socios de diálogo. Arabia Saudí se convirtió en socio de diálogo a principios de este año.

Asimismo, Oriente Medio reviste una importancia crucial debido a su ubicación en la encrucijada de tres grandes continentes -Europa, África y Asia- y a la convergencia del Mar Mediterráneo, el Mar Rojo, el Mar Arábigo, el Mar Caspio y el Mar Negro. Tanto China como los Estados de Oriente Medio tienen intereses mutuos en integrar la BRI en los planes nacionales de regeneración, como la Visión Saudí 2030, la Visión EAU 2021, Jordania 2025, el Corredor Medio de Turquía y la Visión 2035 de Kuwait.

La readmisión de Siria en la Liga Árabe: un acuerdo político inútil y carente de beneficios estratégicos

En los últimos años, se ha producido un fuerte aumento del comercio entre China y Oriente Medio, especialmente en el sector energético, que sigue siendo el sustrato de las asociaciones de China con la región. China también ha firmado acuerdos integrales de asociación estratégica con varios países, como con Egipto (2014), Arabia Saudí (2016) e Irán (2021). En 2022, Siria también entrará a formar parte de la BRI. Los países árabes han expresado su apoyo a las iniciativas chinas en numerosas ocasiones, siendo las más recientes las declaraciones conjuntas firmadas en la Cumbre China-Estados Árabes y en la Cumbre China-Golfo en diciembre de 2022.

A este respecto, es importante señalar que, aunque Siria se convirtió en socio del BRI en 2022, los disturbios reinantes en el país amenazaron con truncar cualquier posibilidad de progreso. En este contexto, China trató de mediar y promover resoluciones pacíficas, garantizando el avance de sus proyectos al tiempo que fomentaba la estabilidad y la prosperidad en la región. A través de su activa participación en los esfuerzos diplomáticos, China está logrando navegar (con éxito) por las complejidades de la región, allanando el camino para el éxito de la implementación de la BRI y contribuyendo al desarrollo general y al bienestar de Oriente Medio.

Los avances globales de China no han pasado desapercibidos para Estados Unidos. En 2020, introdujo la Ley César, que implicaba que cualquier país que se relacionara directa o indirectamente con Siria sería sancionado. Al año siguiente, el presidente Joe Biden presentó la iniciativa Build Back Better World (B3W) en la cumbre del G7. Al año siguiente, pasó a denominarse Asociación para la Infraestructura y la Inversión Mundiales. Aunque no se ha dicho explícitamente, el manifiesto de la B3W señala que el proyecto se opone directamente a la BRI.

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Además, lo que ha fomentado la inclinación de los Estados de Oriente Medio hacia China es una creciente frustración con las prioridades fluctuantes de Estados Unidos y su compromiso incoherente con la región en su conjunto. Otro precursor de la necesidad de llegar a acuerdos más pragmáticos ha sido la crisis financiera mundial (apuntalada por la pandemia del Covid 19) y la crisis del combustible, exacerbada por el enfrentamiento entre Rusia y Ucrania.

No obstante, las naciones de Oriente Medio no perciben los acontecimientos regionales de forma binaria. Numerosos Estados árabes adoptan un enfoque más pragmático basado en los intereses nacionales. En lugar de buscar la alineación con una única gran potencia, desean participar en los acuerdos multilaterales dirigidos por Washington y Pekín. Todos estos países consideran a China su principal socio comercial y a Estados Unidos su socio estratégico.

Así pues, mientras Washington sigue manteniendo una importante presencia militar en casi todos los países de Oriente Medio, los Estados del Golfo han respondido al cambiante panorama geopolítico entablando relaciones estratégicas de larga data con países occidentales, al tiempo que coexisten cada vez más con sus crecientes lazos económicos y energéticos con Pekín.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente

 

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Arhama Siddiqa trabaja actualmente como investigadora en el Institute of Strategic Studies Islamabad (ISSI). Se graduó en la Universidad de Ciencias de la Administración de Lahore (LUMS) en 2013 con una licenciatura (con honores) en Ciencias Políticas y Económicas y continuó con un máster en Economía Política Internacional en la Universidad de Warwick en 2014. En 2017 recibió la beca profesional de la Commonwealth, durante la cual estuvo basada en Conciliation Resources en el Reino Unido.

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