Europa no deja de recordarnos que los intereses geopolíticos suelen primar sobre la ideología. La política europea es el mejor ejemplo de cómo los Estados y los partidos políticos están dispuestos a abandonar sus fundamentos ideológicos para aferrarse al poder, aunque sea brevemente.
El inequívoco cambio de actitud política de la Primera Ministra italiana, Giorgia Meloni, y su partido Fratelli d'Italia es la última prueba de que los políticos europeos utilizan la ideología como mero instrumento para llegar a la cima. Una vez en el poder, sin embargo, se rigen por las mismas políticas neoliberales que controlan el resto de Europa.
Esta afirmación se aplica por igual a la derecha y a la izquierda. Por ejemplo, en 2015, la Alianza de la Izquierda Radical-Progresista de Grecia sorprendió al mundo al ganar casi la mitad de los escaños del Parlamento. Fue una historia de éxito que vigorizó a la izquierda en todas partes.
Durante años, Alexis Tsipras, el líder del otrora pequeño partido de izquierda radical Syriza, despotricó contra las políticas neoliberales de Europa, culpándola de gran parte de la crisis financiera de 2008. Sin embargo, una vez en el poder, la ideología izquierdista de Tsipras empezó a cambiar, ya fuera por elección propia o bajo presión. Al final de su mandato, en 2019, el nuevo icono de la izquierda europea contribuyó a deshacer cualquier resurgimiento izquierdista en Europa, ya que la economía griega cayó como rehén de los poderosos gobiernos europeos y de las corporaciones multinacionales.
Ese "pragmatismo" que domesticó a Syriza, convirtiéndolo en otro partido político europeo dominante, está actuando hoy en Italia. La ironía es que los Fratelli d'Italia de Meloni - "Hermanos de Italia"- han ocupado la sede del poder en Roma desde la extrema derecha política, no desde la izquierda. Meloni se convirtió en Primer Ministro de Italia en octubre del año pasado. Su partido obtuvo el mayor número de escaños en el Parlamento, pero solo pudo gobernar a través de una coalición formada por partidos de derecha igual o incluso más extrema, Forza Italia de Silvio Berlusconi y Lega de Matteo Salvini.
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Aunque las tendencias políticas de extrema derecha han ido creciendo en gran parte de Europa en los últimos años, el gobierno de Meloni fue la manifestación más cruda y alarmante de este fenómeno. Poco después de formar gobierno, la retórica de Meloni se intensificó, sugiriendo un serio alejamiento del discurso político europeo dominante. Esto quedó ejemplificado en un encendido discurso pronunciado en noviembre, en el que nos sorprendió a todos atacando la explotación de los recursos, las personas y las instituciones financieras africanas por parte de Francia. Sus palabras fueron tan contundentes que muchos en la izquierda asintieron con la cabeza. Presentándose como la alternativa a las prácticas comerciales y económicas desleales de Francia, Meloni voló a Argelia en enero para firmar un acuerdo histórico sobre el gas.
Hoy, mientras la guerra económica liderada por Estados Unidos contra China sigue intensificándose, Italia se encuentra en una posición difícil, que no puede resolverse mediante una ideología de extrema derecha endurecida o una retórica airada. Ahora debe elegir entre Estados Unidos y China.
En el periódico italiano La Stampa del 3 de mayo, el ex embajador de Italia ante la OTAN, Stefano Stefanini, declaraba que "se acabaron los equilibrios internacionales" y que "no hay redes de seguridad".
De hecho, desde que Italia firmó un Memorando de Entendimiento para unirse a la masiva iniciativa marítimo-económica china Belt and Road Initiative (BRI) en 2019, el Gobierno italiano ha sido objeto de ataques. Ni a Washington ni a Bruselas les hizo gracia que Italia se uniera a lo que decidieron entender como una ofensiva china para dominar la economía mundial.
Aunque muchos otros países ya se habían sumado al lucrativo programa chino, la inclusión de Italia sentó un peligroso precedente desde la perspectiva de Occidente. Italia es miembro de la UE, la OTAN y el G7, y es la tercera economía de Europa. Fue la primera gran potencia occidental en unirse a la BRI de China.
El Memorando de Entendimiento no es un documento políticamente vinculante, por supuesto, pero conceder a China acceso a los puertos italianos es una victoria simbólica y estratégica de Pekín sobre sus rivales occidentales y estadounidenses.
El 28 de mayo, sin embargo, Meloni declaró a Il Messaggero que su país está pensando en abandonar su asociación con China. "Nuestra evaluación es muy delicada y afecta a muchos intereses", declaró. Pero, ¿son realmente esos "intereses" los de Italia?
Incluso antes de unirse a la BRI, Italia obtuvo enormes beneficios de sus crecientes vínculos comerciales con China. Entre 2001 y 2019, el comercio total entre ambos países pasó de 9.600 millones de dólares a 49.900 millones.
Estas cifras son críticas para la economía italiana, especialmente porque sigue tambaleándose en el precipicio de la inflación, el estancamiento y la disminución de los salarios. El ritmo de crecimiento del país se ha ralentizado en los últimos años, pero eso ha sucedido sobre todo como consecuencia de la recesión mundial y el aumento de los costes energéticos derivados de la pandemia de Covid y la guerra entre Rusia y Ucrania, respectivamente. También hay mucho que decir sobre la mala gestión de la economía italiana, la corrupción y la incapacidad de la UE para estimular el crecimiento en toda Europa.
Es cierto que Meloni había amenazado con abandonar la BRI incluso antes de convertirse en Primera Ministra. Su retórica entonces, sin embargo, estaba motivada por su programa político, que predicaba la plena independencia italiana de cualquier influencia extranjera.
Sin embargo, ahora sus opiniones al respecto están motivadas por algo totalmente distinto: el temor a las repercusiones de los aliados occidentales, principalmente Estados Unidos. Tras la cumbre del G7 celebrada en Hiroshima (Japón) del 19 al 21 de mayo, los líderes occidentales y sus anfitriones japoneses acordaron una extraña fórmula: "de-risking" sin "decoupling" de China.
A juicio de Meloni, esto significa tener "buenas relaciones... con Pekín, sin que necesariamente éstas formen parte de un diseño estratégico global", declaró a Il Messaggero. El primer ministro italiano se ha convertido en el pragmático ideal, hablando el lenguaje fino y arquetípico de un líder europeo bien educado.
Una vez más, Europa ha demostrado que la ideología no es más que retórica utilizada con fines electorales internos. Sin embargo, cuando las políticas nacionales se enfrentan a los intereses geopolíticos, el neoliberalismo sale vencedor, desde Grecia hasta Italia y el resto del continente.
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