Los niños refugiados sirios en Líbano escriben cartas a mano y hacen dibujos para crear un puente entre sus experiencias y las vidas de otros niños en Nueva York.
El 1.000 Letter Project permite a los jóvenes refugiados compartir sus esperanzas y sueños. Hasta ahora, se han intercambiado unas 700 cartas entre los refugiados y niños de Hudson, Nueva York, desde que el proyecto empezó hace unos meses.
“Libero mi dolor al escribir estas cartas”, dice Nijmeh Almawla, una refugiada siria de 14 años que vive en un asentamiento informal al sur de la capital del Líbano, Beirut.
“Por fin alguien me oye, me escucha”, cuenta a la Fundación Thomson Reuters.
La agencia de refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR) afirma que cerca de un millón de sirios están registrados como refugiados en Líbano, representando alrededor de un cuarto de su población. Más de uno de cada cuatro refugiados sirios en Líbano es un niño.
El proyecto es una iniciativa conjunta entre Help Syria’s Kids, una ONG estadounidense que ayuda a los jóvenes refugiados sirios en Líbanos, e Imagine Workshop and Concert Series (IWCS), un programa libanés de arte y divulgación.
El objetivo es intercambiar 1.000 cartas antes del fin de 2018.
Danette Gorman, fundadora de Help Syria’s Kids, con sede en Hudson, declaró que la idea era crear “unidad entre los niños” y ayudarles a comprender sus distintas vidas.
Las cartas y dibujos se exhibieron el jueves en la Universidad Libanesa Estadounidense en Beirut, donde algunos niños sirios interpretaron una canción como parte de un concierto de IWCS.
“Quiero aprender a hablar tu idioma”, decía una de las cartas provenientes de Nueva York.
Otra dicta: “Espero que consigas las cosas que necesitas, mucha comida, por ejemplo.”
“Demuestra que a la gente le importa”, cuenta el director de IWCS, Seba Ali.
“Ayuda a su autoestima y les deja ver que son una parte muy, muy importante de nuestra sociedad.”
Entre las cartas también hay dibujos; uno de ellos – obra de un niño sirio – muestra un corazón roto con un cuchillo atravesándolo.
“Ver es distinto a escuchar. Y cuando leen cómo vivimos, les afecta… no saben lo malas que son nuestras condiciones”, cuenta Baraa’a Anter, de 12 años.
“Estoy muy contenta de hablar con ellos”, añadió con una radiante sonrisa. “Y espero que algún día nos podamos ver.”
Este relato fue publicado por Thomson Reuters Foundation, el órgano caritativo de Thomson Reuters