Cada día aparecen recordatorios en páginas web acerca de la trágica situación de Irak. El último vídeo que se ha viralizado muestra a un ciudadano iraquí vestido con un zaub caminando a través de lo que queda del río Tigris – cuyas aguas llegan ahora al tobillo. Por primera vez en la historia contemporánea, es posible ver a gente cruzando el Tigris a pie.
La atención de los medios, aunque permanece fija en la política de Irak, ha hablado muy poco sobre la inminente crisis de escasez de agua en el país. Irak comparte el 70% de sus recursos hídricos con Turquía. Las nacientes tanto del río Éufrates como del río Tigris se encuentran en territorio turco, aguas que Turquía sigue utilizando.
Más allá de las distracciones políticas, hay quien teme que la fuente de vida de Irak pueda quedar extinta. La mayor parte de la culpa la tienen los proyectos de presas hidroeléctricas en Turquía, que han provocado niveles alarmantes de extracción de agua como parte de su esquema de 32.000 millones de dólares en el sudoeste de Anatolia.
Tan sólo dos días después de reanudarse el relleno del embalse de Ilisu, Turquía suspendió su decisión en respuestas a las quejas oficiales presentadas por varios políticos iraquíes respecto al agua. La decisión la anunció el embajador turco en Bagdad, Fatih Tildiz, en Twitter. Un día después, el 3 de junio, se celebró una reunión parlamentaria de emergencia después de que cundiera el pánico, seguida de una sesión consultiva del parlamento el 6 de junio.
Este aplazamiento no es el primero, sino el segundo intento de Turquía de ganar ventaja al ejercer el mito de la ‘diplomacia del agua’. Yildiz enfatizó el trabajo conjunto con su homólogo iraquí parar aliviar la escasez de recursos. Varias acciones similares anteriores sugieren que Turquía, aunque aún lejos del impacto distribucional de la construcción de la presa, no pretende abandonar los frutos que producirá; empleos, mejores recursos hídricos y prosperidad. Cuando esté terminada, la presa de Ilisu proporcionará un cuarto de la electricidad de Turquía, ignorando la vulnerabilidad que causa a Irak.
Algunos oficiales culpan enteramente al gobierno de Turquía por el drástico declive de los niveles de agua en Irak, mientras que otros han pedido abiertamente que se tomen medidas punitivas en su contra.
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Ammar Al-Hakim, líder del partido separatista Hikma del Consejo Supremo Islámico, ha pedido que se boicoteen los bienes turcos y ha instado al gobierno a activar todos los canales diplomáticos para formular nuevas leyes que definan los derechos hidráulicos de los países involucrados.
El ministro iraquí de Recursos Hidráulicos, Hassan Al-Janabi, y el presidente Fuad Masum hicieron hincapié en la necesidad de presionar para que se produzcan negociaciones conjuntas con Turquía, Irán y Siria para acordar el “porcentaje equitativo” que corresponda. El líder de la victoriosa alianza Saeroun ha propuesto un plan de tres puntos que comienza con una congregación entre los países de la cuenca del Tigris, mientras que pide al gobierno que reasigne fondos a la resolución de los efectos inmediatos.
Mientras que Janabi y otros piden un diálogo abierto, sus decisiones equivalen a una protesta política en forma de concesiones que deniegan al país su derecho a la autonomía hidráulica. Otros exigen acciones firmes contra Turquía que consigan desarrollos pero que puedan ayudar a Irak.
Términos vagos como estos, junto a los proyectos futuristas de irrigación aguas arriba, sólo contribuyen a alimentar el miedo apocalíptico a una larga sequía.
Mientras Turquía defiende sus esquemas modernistas, Irán también ha denegado las acusaciones de haber interrumpido el flujo de agua de los bajos del Zab la semana pasada. El embajador iraní en Sulaymaniyah, Saadallah Masudian, prometió que el flujo de agua del Zab se mantendrá regular, después de que las redes sociales se llenaran de imágenes de peces muertos flotando en la superficie del pequeño río. Hay quien acusa a Irán de cortar el suministro de agua a la región kurda de Irak. A lo largo del último año, la escasez en Pshdar y sus alrededores, en la frontera con Irán, ha sido más notables que en años anteriores.
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El vicepresidente iraquí, Ayad Allawi, ha pedido que se celebre una convención de emergencia “que incluya a todas las partes involucradas”, con el objetivo de “preservar la fuente de vida” de Irak.
Los humedales pantanosos del sur de Irán han quedado muy perjudicados. Las organizaciones agricultoras locales de Dhi Qar han advertido del riesgo potencial de desplazamiento de las comunidades granjeras de las marismas si el río se seca más.
El gobierno camina por la cuerda floja, pero el tiempo corre y debe tomarse una decisión. Irak debe luchar por mantener su autonomía hidráulica, pero también debe evitar la opción de renunciar al segundo recurso más importante de Irak, después del petróleo.
Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autora y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.