El Parlamento israelí, la Knesset, ha rechazado un proyecto de ley presentado por Yousef Jabareen en nombre de la Lista Conjunta Árabe, que tenía por objeto garantizar la plena igualdad de todos los ciudadanos de Israel, independientemente de su etnia o afiliación religiosa.
Jabareen presentó su proyecto de ley antes del 20º aniversario de la Intifada de Aqsa, que se ha convertido en una piedra angular en la conciencia colectiva de los ciudadanos árabes de Israel, que constituyen el 20% de la población. Sufren de discriminación, exclusión y hostilidad institucional.
A pesar de que el proyecto de ley destaca la necesidad de que los derechos humanos y la democracia estén al alcance de todos en el Estado sionista, fue rechazado por la mayoría de la coalición gobernante y los partidos de la oposición.
"Lo que les propongo es, en primer lugar, un tratado de paz entre el Estado y sus ciudadanos árabes, antes de abordar lo que está más allá de sus fronteras", dijo Jabareen a los MKs de derecha que atacaron su propuesta de legislación. "La paz con los ciudadanos árabes se realiza cuando el estado asegura su igualdad de estatus en su hogar".
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El texto del proyecto de ley enfatiza que los principios democráticos deben aplicarse a todos los ciudadanos del estado: "Israel es un Estado democrático que garantiza la igualdad de derechos, basado en los principios de la dignidad humana, la libertad y la igualdad, en el espíritu de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas", mientras que establece que "el Estado asegura la protección legal e igualitaria de todos los ciudadanos, y garantiza plenamente la especificidad nacional, cultural, lingüística y religiosa tanto a los árabes como a los judíos". Destacó que el árabe y el hebreo son los idiomas oficiales del Estado, y que ambos tienen la misma condición en todos los puestos y lugares de trabajo de las autoridades legislativas, ejecutivas y judiciales".
Los parlamentarios de "la única democracia de Oriente Medio" rechazaron el proyecto de ley, lo que consolidó aún más la naturaleza de apartheid del Estado sionista y puso de relieve el carácter racista de su ideología fundacional.