En su artículo de The Atlantic titulado “La Doctrina Obama”, Jeffrey Goldberg escribió que el presidente estadounidense Barack Obama había afirmado con vehemencia: “Las grandes naciones no se marcan...

Con las elecciones presidenciales de noviembre en el horizonte, su resultado puede tener un impacto en la relación entre EE.UU. y Arabia Saudí.

Podemos observar claramente cómo la Casa Blanca ha cambiado su retórica con respecto a Siria. De “Assad tiene que marcharse” en 2011 a “Assad no puede desaparecer de repente” y, más tarde, “No nos importa si Assad se queda un rato más”.

Cuando en Irak prevalezca la racionalidad, ya no serán necesarias las cumbres entre el Golfo y América. Lo natural es que las relaciones de cooperación y coordinación se establezcan entre Irán y sus vecinos árabes con el fin de incrementar la riqueza en la región, no para dividirse la influencia sobre la región.

No cabe duda de que Obama es un buen lector de libros de historia, y está obsesionado con lo que será recordado de sus 8 años al cargo.

Los analistas han advertido de que esto constituye una nueva prueba del “declive de las relaciones Golfo-EE.UU”.

Antes de su llegada, ya era evidente que durante la visita saldrían a la superficie las tensiones que se han estado acumulando a lo largo del último año.