Y, mientras escuchaban el hermoso sonido de Bach, los guardianes de esta civilización bombardeaban un campo de refugiados donde se resguardaban cientos de familias exiliadas en la frontera de Siria.
Mientras que un ataque aéreo golpeaba el campo de refugiados de Kamouna, en el lado sirio de la frontera con Turquía, matando por lo menos a 35 personas, la mayoría mujeres y niños, el director de orquesta ruso Valery Gergiev dirigía un concierto de música clásica en la antigua ciudad romana de Palmira, 300 kilómetros al sudeste.